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El Alambique

María González Forte

Sacralización de la cultura

SI preguntamos a los niños de cualquier casa qué es una sacristía, o un altar, o qué significa el concepto "sagrado" nos llevaremos una respuesta sorprendente y preocupante. Habrá padres que opinen que el hecho de que los hijos conozcan a fondo su religión no les preocupa lo más mínimo. Otros que echarán la culpa a los colegios o a los creyentes. No faltarán quienes decidan que es mejor que ellos cuando sean mayores elijan con libertad aunque no piensen así con lo relativo a los idiomas o el deporte. Ante la evidente y creciente falta de preocupación familiar por enseñar a rezar a los hijos pequeños, y como creo que son los padres los verdaderos transmisores del conocimiento religioso, a falta de esto, la sociedad actual sacraliza la cultura y la pone por delante de cualquier otro valor.

No es que no creamos en Dios, ni nos preocupemos por aumentar nuestra fe. Es que me temo que lo confundimos con las manifestaciones populares masivas de carácter religioso y estas manifestaciones están muchas veces, al servicio de la política.

¿Por qué me meto en estos berenjenales? Con lo fácil que sería hablar de lo contentos que estamos con la afluencia de veraneantes, o la despedida del verano…

Es que veo las noticias y me echo a temblar cuando veo las burradas de determinados líderes americanos a favor de xenofobia a los emigrantes. Y seguramente irán a sus iglesias a practicar ritos y oraciones a un Dios al que pretenden estar sirviendo. Luego, según avanzan las noticias, tiemblo porque las escuelas francesas están custodiadas por la policía ante las amenazas terroristas y vuelvo a estremecerme porque estos terroristas actúan y también pretenden estar sirviendo y actuando en nombre de Dios.

Y entretanto, las familias siguen huyendo de sus países y los refugiados continúan encerrados como ganado.

"No tomar el nombre de Dios en vano" dice nuestro segundo mandamiento. La precaria cultura religiosa, se pone al servicio de las ideas e intereses políticos. No simplifiquemos con nardos y fiestas nuestra preciosa religión. La madre de Dios, igual prefería otros comportamientos más vinculados y comprometidos con el mandamiento de amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a nosotros mismos.

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