La ciudad y los días

Carlos Colón

ccolon@grupojoly.com

Rushdie: el silencio de la 'intelligentsia'

Cierta izquierda explica estas agresiones como una reacción a los abusos del yanki-sionismo

El atentado contra Salman Rushdie ha sido muy discretamente condenado por la intelligentsia hispana. No vaya a ser cosa de ser tomado por islamófobo. Si le hubiera apuñalado un tipo de la extrema derecha europea, un fanático de la llamada América profunda y no digamos un judío radical ortodoxo, el coro de adhesiones y condenas habría sido ensordecedor. Pero le ha apuñalado un presunto islamista de origen libanés nacido en Estados Unidos, obedeciendo a una fatua dictada por Jomeini en 1989. Y resulta que una cierta izquierda une a su judeofobia una islamofilia que explica las agresiones y los atentados como una reacción a los abusos de las potencias occidentales y del yanki-sionismo. Sin olvidar el apoyo de la izquierda europea a Jomeini como alternativa al Sha durante su exilio en París, con Michel Foucault fascinado por el ayatolá que representaba una "espiritualización de la política".

El agresor no había nacido cuando se dictó la fatua. Pero no importa. Nacido en Estados Unidos después que sus padres emigraran desde el Líbano, no ha sido víctima de las manipulaciones a las que los niños son sometidos en los países islamistas. Pero tampoco importa. El fanatismo precede siempre, a veces en siglos, a sus ejecutores, no conoce fronteras y no siempre se explica por ser fruto de manipulaciones desde la infancia. La orden estaba dictada, no ha sido suspendida y está dirigida a todos los islamistas (RAE: "Que profesa el integrismo musulmán"). Este joven nacido lejos de la presión islamista en un país democrático nueve años después que Jomeini dictara la fatua debió sentir que le interpelaba.

"Bravo por este hombre valiente y consciente del deber que atacó al apóstata y vicioso Salma Rushdie. Besemos las manos del que desgarró el cuello del enemigo de Dios con un cuchillo" aplaudía uno de los más importantes diarios iraníes. "Satán va camino del infierno", publicaba otro en portada. Según el portavoz de exteriores iraní: "No consideramos a nadie más que a él [Rushdie] y a sus seguidores culpables. Provocó la ira pública al insultar el sagrado islam y a 1.500 millones de musulmanes". Aún más claro fue el poderoso clérigo Yalal Mohebí del santuario Saleh en Teherán: "El imán Jomeiní lo declaró apóstata, y cuando alguien es declarado apóstata está permitido matarlo". Pero, insisto, no importa. Lo importante para la intelligentsia y la corrección política es no ser tomadas por islamófobas.

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