Rufián rules

Nunca se vio más claro que la memoria histórica sirve para que olvidemos lo de ahora mismo

Los acontecimientos políticos se suceden tan vertiginosamente que, si uno tiene suerte, sólo tendrá que matizar y ampliar su artículo del día anterior. Si no, tendrá que corregirlo. Esta vez estoy entre los afortunados. Porque ayer decía que Pedro Sánchez está entre el muro y el foso, paralizado, resignado a una extenuante inactividad. Si hiciese algo y fuese hacia el lado de la firmeza democrática, se entendería, a estas alturas, como seguidismo de Vox o, como poco, del PP y de Ciudadanos. Y si pactase o dialogase, después de la que se ha liado en Barcelona, parecería que capitula y nos pone de rodillas. Eso sigue igual que ayer. Fíjense: lo más que hace es no coger el teléfono a Torra.

Lo que cambia es el papel de ERC, como explicaba un artículo de ayer de Cristian Campos y como vimos anteayer con los pitidos e insultos de los manifestantes independentistas al mismísimo Rufián. «Sic transit gloria mundi!», oh, el otrora estrella de todas las esteladas. ¿Qué ha pasado? Pues que la masa instintivamente ha olido que ERC es la apuesta de Sánchez.

Para pactar en el gobierno de la nación y para hacer una cesión tranquila, un apaciguamiento a cómodos plazos en Cataluña. Eso exige que ERC se encargue de calmar los ánimos, de cargarse a Torra y de lavar su imagen. Si Tardá no tarda y Rufián hila fino, podrían dar a Sánchez una salida política.

Siempre y cuando no pierda las elecciones. Eso tiene la dificultad de que antes ERC ha de controlar las algaradas callejeras, esto es, controlar a Torra, a las CUP y a los CDR. Y rápido, porque tiene que haber tiempo entre la pacificación y las elecciones. El presuntamente amnésico pueblo español (que ya veremos) necesitará tener un mínimo margen de olvido hasta el día de las papeletas. Es de suponer que los chivos expiatorios (Torra & cía.) no colaborarán gustosos. Sánchez, mientras tanto, tirará de memoria histórica (Franco, Franco, Franco) para tratar (oh, paradoja) de que olvidemos lo de ahora mismo. Casi enternece ver a todo un partido socialista, con lo que ha sido el PSOE, en las manos de la eficacia política y la inteligencia táctica de un Gabriel Rufián, que le presentará, además, su cuenta de servicios prestados. Les puede salir bien (o sea, mal para los constitucionalistas) o les puede salir mal (o sea, bien), pero tengo la sospecha de que ya no pueden salirse de este guión. Hoy por hoy, todo depende de Rufián y Tardá.

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