El mismo día que Pedro Sánchez comunicaba en Barcelona que hoy se aprobarán los indultos, se entregaba en Madrid el primer premio Rubalcaba creado por la Fundación de Felipe González. Mientras el presidente del Gobierno lo anunciaba ante un público entregado dentro del Liceo, y manifestantes vociferantes fuera, la plana mayor del PSOE con principios, el PSOE que protagonizó la mejor historia de España, homenajeaban al ganador de esa primera convocatoria del premio, el dibujante Peridis. Pero sobre todo homenajeaban a quien fue secretario general del partido, vicepresidente del Gobierno, ministro de Educación, portavoz y de Interior, y hombre clave en la lucha contra ETA y en negociar algunos de los más importantes acuerdos firmados por PSOE y PP.

Entre los invitados, Mariano Rajoy, que independientemente de sus encontronazos parlamentarios y dialécticos, mantenía con Rubalcaba una relación que iba más allá de la cordialidad, y que permitió que, entre los dos, salvaran escollos que ponían en peligro los intereses ciudadanos.

Entre las actuaciones más destacadas de Rubalcaba como líder de la oposición destaca su papel en la abdicación del rey Juan Carlos, con el que mantenía una relación de total y absoluta confianza. Rubalcaba era una de la medida docena de personas que estaban al tanto de la abdicación, colaboró estrechamente con la Casa Real y el Gobierno para elaborar un decreto sin precedentes. Incluso retrasó su decisión de dejar la política hasta después de la abdicación.

Habría que preguntarse qué pensaría Rubalcaba sobre el PSOE actual, aunque no es difícil deducir, conociéndolo, que no le gustaría demasiado cuando al primer Gobierno de Sánchez, el salido de la moción de censura, con personalidades de distinto pelaje y condición, Rubalcaba lo calificó como "Gobierno Frankenstein". Con Podemos dentro, Rubalcaba iría aún más lejos en su calificativo. Por no mencionar qué le parecerían los indultos a una persona de orden como él, riguroso en el respeto a las leyes y al papel de las instituciones, y con un sentido de Estado que hoy falta en el actual gobierno. Incluso habría que preguntarse qué opinaría sobre algunos de las personas del sanchismo que acudieron al acto. Sanchismo que fulminó a Elena Valenciano, de estrechísima relación Rubalcaba, y que trata con desdén a Felipe González y no pierde ocasión de desacreditar su trabajo durante la Transición.

Hay que felicitarse de que se valore públicamente a un hombre como Alfredo Pérez Rubalcaba. Y entristecerse de que personalidades como la suya hoy no existen en la política.

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