Rodrigo Rato

Estaba llamado a ser presidente del mundo, y hoy tiene una condena firme por apropiación indebida

En el año 1982 se celebraron las primeras elecciones autonómicas en Andalucía y al año siguiente, elecciones generales. Tanto en una como en otra el PSOE ganaría con mayoría absoluta aplastante, y como este resultado se intuía, no era fácil encontrar candidatos para la lista de AP, pese al relativo éxito que se había obtenido en las elecciones andaluzas, consiguiéndose dos diputados y superando a UCD, muy debilitada por sus peleas internas. A mí me toco gestionar estas elecciones en Cádiz, porque mi pretensión de limitarme a la actividad parlamentaria y que otro se ocupara del partido, no fue aceptada por Fraga. Al final y después del rechazo de las personas a las que se lo habíamos ofrecido, el partido mandó de Madrid a Rodrigo Rato, que encabezó la lista, con la satisfacción de todos.

Aunque diputado "cunero" lo suplía viniendo todos los fines de semana para visitar a las agrupaciones locales. En uno de estos viajes le comenté, que habiendo cumplido con lo que le prometí a Fraga de ocuparme del partido, y estando a punto de terminar el mandato, no me presentaría a la reelección y que seguiría exclusivamente con la actividad parlamentaria. En aquellos tiempos ni los parlamentarios andaluces tenían sueldo, ni existía la excedencia parlamentaria y yo con 7 hijos, tenía que ocuparme de mi familia. Recuerdo los argumentos con que me convenció Rodrigo para continuar como presidente y anuncié que me presentaría a la reelección. Cuando era tarde y poco serio, para retirarme, otro militante se presentó, con el apoyo de Rodrigo. "Así es la política", me dijo. Desde entonces las cosas fueron a peor. Fraga me abroncó y a Rodrigo le ordenó que dejara de enredar.

La trayectoria política de Rodrigo fue extraordinaria y parecía que culminaría con la presidencia de AP, designado por su amigo Aznar, e incluso que sería presidente del Gobierno de España, cuando ganara AP. Ministro del Gobierno, vicepresidente segundo, director gerente del FMI, presidente de la Caja de Madrid y luego de Bankia. En esta época se doctoraría en Economía (era licenciado en Derecho) aunque había hecho cursos de materias económicas en el extranjero. Era, no ya el político de moda, sino el llamado a ser el presidente del mundo. Hoy tiene una condena firme por apropiación indebida y juicios pendientes por delitos económicos, cuando lo que menos necesitaba era dinero. Él lo atribuye a una venganza política, pero afortunadamente, nuestros tribunales dictan sentencias conforme a sus criterios y a las leyes y no entran en el juego político.

En la Cárcel Real de Cádiz, cuando lo era, se leía en un frontispicio la leyenda de Concepción Arenal: "Odia el delito, compadece al delincuente" Hágasmolo así.

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