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Robin Hood en la Moncloa

¿Qué rastro queda de aquel movimiento del 15-M que iba a propiciar otra forma de ver el mundo?

Con el poco de oxígeno que le insufló la cumbre de la OTAN celebrada con notable éxito en Madrid, corrió el presidente Sánchez a las tribunas amigas, ya sea televisadas, escritas o radiadas, a contarnos lo bien que lo está haciendo, y lo mucho que le está desgastando su indecible lucha contra los poderosos sin corazón que desde todos los escenarios posibles no hacen más que echar basura sobre su impoluto gobierno de progreso. Como un Robin Hood con moqueta, tiene algo de quijotismo sin grandeza este cínico victimismo que más que compadecer enfada, tal es la falta de empatía del personaje. Lástima que no haya en todo el Partido ningún sensato Sancho Panza para advertirle que lo que tiene enfrente (deuda, paro, inflación…) no son malvados gigantes, sino molinos de viento que no se combaten sólo con medidas oportunistas de cada a la galería.

Casi a la vez que le soltaba a la prensa amiga su soflama presidencial, en las redes no se hablaba de otra cosa que no fuera el viajecito que se han pegado por Nueva York la ministra Irene Montero con sus amigas, siempre mucho mejor esta actitud juvenil y desenfadada que aquella de no hace mucho cuando se dedicaban a asaltar las iglesias con los fieles dentro. ¿Qué rastro queda de aquel movimiento del 15-M que iba a propiciar otra forma de ver el mundo? Por lo que vemos en las actitudes de sus principales protagonistas, apenas un discurso vacío con acento pijo-progre al que ya no le van bien ni las melodías pacifistas de John Lennon.

Todo lo anterior no hace sino poner a la izquierda, toda ella, fuera de la realidad, que al fin es su verdadero problema, y así lo vienen constatando los sucesivos procedimientos electorales que se celebran, da igual en qué territorio tengan lugar. Hay en todas estas actitudes un fondo de megalomanía mal disfrazada de modernismo de salón que casa poco con la prosaica realidad del ciudadano medio, que pide sobre todo gestión y eficacia para combatir las enormes dificultades que plantea este mundo cada día más complejo, y que estos mandamases de ahora con tan escaso bagaje sencillamente son incapaces de cumplir. Antes, por lo menos, había una cierta coherencia en el discurso crítico con la sociedad del libre mercado. Ahora, esa misma izquierda lo mismo te critica la voracidad de los fondos de inversión mientras posa orgullosa en la Gran Manzana con la alegría adolescente de una estudiante de Erasmus.

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