Crónica personal

Pilar Cernuda

Retrato de familia

 LA familia de Alberto Oliart no quería que aceptara la propuesta de dirigir RTVE, pero el ex ministro de Sanidad, Industria y Defensa pensó que debía asumir el reto, no era fácil encontrar un candidato de consenso y él lo era. 

Dicen en el PP que respaldaron el nombre que dio el PSOE porque no se podía decir no a un hombre de la trayectoria política y el bagaje intelectual de Alberto Oliart, pero cualquiera que haya mantenido conversaciones con dirigentes del PP en los últimos años sabe que aquella aceptación se hizo de manera muy forzada, hasta el punto de que muchos de los miembros del PP responsabilizan del nombramiento a Eduardo Zaplana, entonces portavoz parlamentario del PP, y han marcado distancias con el director general.

Oliart era hombre de UCD y había puesto punto final a su carrera política cuando UCD desapareció en la vorágine, y desde entonces se dedicó a su bufete de abogados y sobre todo a cuestiones ganaderas, una de sus pasiones.

Nunca debió aceptar la dirección general de RTVE, tendría que haber recordado lo que decía Pilar Miró, que ese cargo era un potro de torturas. Lo dijo con conocimiento de causa, sufrió lo indecible en lo personal y en lo profesional, y por rivalidades políticas tuvo que comparecer ante un tribunal acusada de prácticas supuestamente delictivas. De las que fue absuelta tras atravesar un auténtico calvario.

Oliart ha sido acusado de instrumentalizar RTVE para ponerla al servicio del Gobierno, acusado de promover unos informativos sectarios y de promocionar a los profesionales afines al PSOE al mismo tiempo que marginaba a los más cercanos al PP. Exactamente lo mismo de lo que se acusó a sus antecesores, a todos sin excepción, todos ellos han tenido que comparecer ante la comisión parlamentaria correspondiente para responder a preguntas incisivas e insidiosas de la oposición y pasar ante la opinión pública por poco más que mentecatos dispuestos a cualquier cosa con tal de agradar al correspondiente gobierno.

En estos años al frente del ente público han sido varias las ocasiones en las que Oliart quiso dimitir. Y al final no lo hacía, bien por convicción personal o porque le convencían de que no era el momento apropiado. Ahora lo ha hecho al aparecer una información que indicaba que había adjudicado un contrato a una empresa de su hijo. Se hizo a través de un concurso, pero Oliart, que es hombre avezado en política, nunca debió permitir que eso ocurriera aunque fuera a través de concurso. Es injusto, pero uno de los inconvenientes de ser político o aceptar un cargo público es que dejas fuera de juego a los familiares y amigos cercanos que pretenden conseguir contratos de la entidad que presides. Oliart merecía haber salido por la puerta grande de RTVE .

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