La ciudad y los días

Carlos Colón

ccolon@grupojoly.com

Restaurar la confianza en la política

Hay que devolver a los jóvenes la ilusión e incluso la emoción con que fuimos a votar en 1977, 1979 y 1982

El adelanto del informe pericial sobre el escándalo de las facturas falsas del sindicato UGT-A revela un fraude que como mínimo -porque sólo se han analizado 11 de los 32 expedientes- que supera los 5,3 millones de euros. El compañero Jorge Muñoz les informaba ayer del funcionamiento del rapel y el bote, los supuestos mecanismos defraudatorios. Mientras tanto, el telón de los ERE se levanta para la representación de su último acto.

No me vale esto, ni los escándalos del PP, para decir que todos los partidos son iguales. Quienes son iguales son los corruptos, militen en el partido o el sindicato en el que lo hagan. Basta ya de arrojarse basura unos a otros como si en sus estructuras no se dieran casos de corrupción: actúen, resanen, desinfecten. Y basta ya de fomentar la desafección democrática demonizando la política, los políticos, los partidos y los sindicatos como estructuras de corrupción.

Aunque afortunadamente los abismos ideológicos frentistas ya no existen, porque los partidos comparten unos principios que ya son un irrenunciable patrimonio común sancionado por la Constitución, sí hay diferencias entre los caminos escogidos para garantizarlos. Son matices muy importantes, pero sólo matices. En una democracia estable no hay partidos buenos y malos, sólo opciones distintas. Los únicos malos son los corruptos. En una democracia estable no se producen vuelcos porque gobierne este o aquel partido, salvo que a los ciudadanos les diera por votar mayoritariamente a partidos populistas de extrema izquierda o derecha.

Y aun así no hay peligro mientras las circunstancias no les permitan utilizar los mecanismos democráticos para hacerse con el poder y abolir las libertades como hizo Lenin tras perder en noviembre de 1917 las elecciones a la Asamblea Constituyente, que disolvió para instaurar la dictadura, o Hitler tras no alcanzar la mayoría en las elecciones de marzo de 1933, lo que solucionó con una coalición y 20 días después con la Ley Habilitante tras cuya promulgación dijo Goebbels: "La voluntad del Führer ha quedado establecida totalmente, los votos ya no importan más". Afortunadamente, ni una ni otra situación puede darse en las democracias europeas. Hay que devolver a los jóvenes la ilusión e incluso la emoción con que fuimos a votar en 1977, 1979 y 1982 llevando a nuestros hijos de la mano.

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