Cuarto de Muestras

Resquicios

La ley cuando quiere premia al delincuente

Todos los sistemas legales tienen sus inventos perversos, todos. Quizás por aquello de que quien hace la ley hace la trampa o, pensando bien, por la necesidad de encontrar resquicios y matices para hacer justicia o para huir de ella, no lo sé muy bien. El premio al delator, la reparación del daño o el indulto fiscal son maneras de comprar con dinero, muchas veces proveniente del mismo delito, la minoración de la pena. Todo por lo legal, sin que nadie pueda escandalizarse porque la ley cuando quiere premia al delincuente y la mayoría de las veces lo hace a cambio de dinero.

Vemos acuerdos vergonzosos de acusados que obtienen ventajas gracias a colaborar con la justicia y delatar a sus compañeros de viajes ilícitos. Vemos acuerdos con la Agencia Tributaria cuando se abren diligencias por fraude fiscal (Ronaldo está en ello), vimos el caso Faisán en el que se avisó a los malhechores de la acción de la justicia y finalmente vivimos la amnistía fiscal para que, sin necesidad de pasar por los juzgados, aflorara parte del dinero negro que los españoles más cautelosos tienen rentando en el extranjero.

Pero parece que la última amnistía fiscal, antes hubo otras, no ha servido para mucho. No afloró tanto dinero como se calculaba ni tan siquiera después de abaratar el blanqueo a mitad del proceso limitándola a los ejercicios no prescritos. Tampoco resultó tan rentable blanquear el dinero para los defraudadores porque después no se ha mirado para otro lado y la Agencia Tributaria se ha dedicado a inspeccionar a más de un amnistiado. Muchos imputados por casos de corrupción han tenido que recurrir a eso de la herencia del padre o del abuelo para justificar la procedencia del dinero que blanquearon en su día con el invento de la amnistía. Si ellos lo hubieran sabido no hubiesen movido un euro.

Y encima va el Tribunal Constitucional, que como se decía del progreso en la película Cinema Paradiso siempre llega tarde, y sentencia que la amnistía es nula pero que da lo mismo. Vamos que es una nulidad sin efectos prácticos. Que los que han traído su dinero a España pueden seguir sosteniendo que heredaron a su padre, que nadie les va a insistir.

Total que al final esta amnistía ha sido de chichinabo, un perdón con la boca chica, una caridad interesada para atraer al hijo pródigo y descarriado pero con dinero. Como en la parábola, los hijos cumplidores nos hemos quedado con la boca abierta. No damos crédito.

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