EL próximo sábado se constituyen las nuevas corporaciones locales y, a la vista del reparto de alcaldías en los ayuntamientos, en los que no se hayan logrado mayorías absolutas, vamos a saber, más o menos, la situación en la que se encuentran las relaciones entre los distintos partidos en Andalucía, en función de las alianzas, apoyos, pactos o rechazos que se vayan produciendo de cara al reparto del poder municipal. Y sería bueno esperarse, de todos modos, para llegar a conclusiones definitivas, a lo que ocurra el sábado, porque lo que estamos oyendo y leyendo estos días -igual que ocurre en otros sitios de España- da la impresión que tienen más carácter de sondeos y pulsos previos que de intenciones consolidadas.

En Andalucía, a la vista del panorama, parece que el PP no tiene grandes dificultades para entenderse con el PA, a la hora de componer mayorías en los pocos municipios en los que los andalucistas son determinantes, pactando apoyos mutuos en los sitios en que le sean necesarios. Y pocos más pactos le quedan al PP, salvo los que consiga con algunas formaciones independientes en determinados municipios, porque otra cosa es que IU le permita gobernar en algunos pueblos, en los que los populares han sido la lista más votada, y la formación de izquierdas no está dispuesta a unir sus fuerzas a la de los socialistas para arrebatar las alcaldías al PP. Pero no se trata, en estos muy contados casos, de un acuerdo entre las dos formaciones de izquierda sino de la incompatibilidad de entendimiento entre sus organizaciones locales.

Hay que tener en cuenta, además, que en esta ocasión, no existen grandes condicionantes que obliguen al pacto PSOE-IU, como en ocasiones anteriores, donde dependía de un acuerdo global el formar gobiernos importantes como los Ayuntamientos de Sevilla o Córdoba y en algunas Diputaciones. O sea, que el cambio de cromos es mucho menos necesario y eso le quita incentivos al asunto. Por supuesto que la declaración de principios de IU sigue siendo no permitir que el PP gobierne en sito alguno… pero las circunstancias, o los recelos y rencillas acumuladas, muchas veces aconsejan lo contrario. Como ejemplo, tenemos lo que está ocurriendo en Extremadura.

De todas formas, y aunque siempre cabe la sorpresa, da la impresión de que en la configuración de las nuevas corporaciones no se van a producir grandes alteraciones de lo señalado por los resultados electorales. No porque haya habido un decidido y expreso propósito de respeto a las urnas, sino porque las cosas han salido así. O sea, respeto con reparos.

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