patrimonio | expertos analizan el estado del histórico árbol

Purificación González De La Blanca / Ecologista /

Réquiem por el drago del Callejón del Tinte

Acabo de enterarme del desplome del centenario drago del Callejón del Tinte, una pérdida irreparable para la ciudad, además de ser la crónica de una muerte anunciada. El tema es tan grave como si se hubiera venido abajo el monumento a Las Cortes, o aún peor, a mi entender, porque este drago, además de estar catalogado como Bien de Interés Cultural, era probablemente el ser vivo más antiguo de Cádiz, al que se le calculaban unos 300 años. No he podido reprimir las lágrimas.

Como nos han recordado Ecologistas en Acción, su catalogación fue aprobada por Resolución de Dirección General de Bienes Culturales de fecha 18 de marzo de 2011, y declarado como Bien de Interés Cultural. Y por Decreto 51/2012, de 29 de febrero, fue inscrito en el Catálogo General del Patrimonio Histórico Andaluz como B.I.C., como sitio histórico, legado patrimonial de los lugares de las Cortes y la Constitución de 1812.

En varias ocasiones AGADÉN había solicitado del Ayuntamiento su apuntalamiento, ante el peligroso escore que presentaba este espectacular ejemplar. Yo misma, en artículo enviado a Diario de Cádiz, con motivo de la pérdida del drago de Puerta Tierra, con fecha 4 de agosto de 2010, escribía textualmente lo siguiente:

"Sobre el hermoso ejemplar del callejón del Tinte, de varios siglos de existencia, el ejemplar más antiguo que nos queda, más vale tocar madera, porque se va escorando peligrosamente a una lado y cualquier día se desplomará sin que nadie haya hecho nada por evitarlo, ni siquiera apuntalarlo, que no parece que sea obra demasiado costosa para el Ayuntamiento. De suceder esto -y ojalá que no- ya verán como les faltará tiempo para anunciar que estaba enfermo, como siempre".

Al igual que anunciamos que de proseguirse con el riego de césped colocado a su alrededor, el drago de Puerta Tierra moriría, en el caso que nos ocupa, como indico, tanto desde AGADÉN como por mi parte, se solicitaron del Ayuntamiento la adopción de medidas para preservar a este ejemplar. Todo ha sido en vano, porque en esa institución entienden como una provocación las peticiones o sugerencias de los gaditanos, al menos en materia de jardinería.

El drago no es un árbol cualquiera. Es el símbolo de esta ciudad porque está relacionado con la fundación de Gadir desde sus remotos orígenes perdidos en la noche de los tiempos, a caballo entre la historia, y la mitología. Juan Antonio Fierro va más lejos y sugiere, incluso, que estos dragos gaditanos pudieran ser descendientes de aquel que brotó sobre la tumba de Geryon.

Ni la cobertura legal ni ninguno de sus atributos ha brindado protección a nuestros dragos gaditanos, arrastrados despiadadamente al exterminio, al igual que los melias, lilos de la India, o árboles de las perlas (ya que son conocidos por varios nombres), parientes del caobo, tan característicos de Cádiz, y que tanto perfuman nuestras primaveras con sus flores malvas, exterminados masivamente en la plaza de San Juan de Dios; o el único ejemplar de almez existente en la plaza de Mina, inexplicablemente talado; o la única aeropana, desaparecida hace unos meses en esa misma plaza (esperemos que le permitan que lo que queda de su tronco rebrote); o el ejemplar de chirimoyo de la Alameda, también desaparecido; o las docenas de olmos cortadas con la motosierra por toda la ciudad; o el hermosísimo cactus de más de 30 años de antigüedad talado en La Laguna; o la higuera existente en el parterre que eliminaron en las proximidades de la sede de la Policía Nacional; o los plátanos orientales, mutilados bárbaramente por todo Cádiz... El trato que nuestro Ayuntamiento prodiga al variado muestrario botánico que tiene la obligación de preservar es digno de mención aparte.

No hace mucho que contemplando en el Museo del Prado el inquietante cuadro de El Bosco titulado El Jardín de las Delicias, pintado hace más de 500 años, en el que aparece un drago, comentaba con unos amigos que en un plazo de 60 años habían desaparecido cuatro de los cinco dragos supuestamente milenarios que había en Cádiz. Y no daban crédito.

El drago del callejón del Tinte llevaba tiempo triste... de abandono, de desprecio, de ignorancia... de una monumental miseria que impidió su apuntalamiento. Toca exigir responsabilidades.

Pero toca también hacer un acto de contrición, un propósito de enmienda, para que esta lamentable pérdida sirva de una vez por todas para que el Ayuntamiento tome nota de todos y cada uno de los ejemplares singulares de arbolado existentes en el término municipal, con la finalidad de adoptar medidas precisas e individualizadas para su preservación.

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