EL ALAMBIQUE

Luis / Hiniesta /

Reputación

EL pasado 15 de enero el escritor Javier Marías ensayaba en El País Semanal sobre "quién quiere reputación", y con visible inquietud afirmaba que "a demasiada gente le trae sin cuidado lo que se piense o diga de ella, más aún cuando esté muerta", y apuntillaba a una humanidad en la que "estamos asistiendo al fin de lo que acostumbraba a llamarse la reputación".

Hace dos días y aquí mismo, el amante del didáctico latín Emilio Flor ofrecía sus lazos de respeto y cariño a los familiares de cuatro amigos que en las últimas semanas "han terminado su siembra y recogida en esta vida". Con bondad y pro-activo se alineaba con los finados por ser "hombres generosos, de pocas necesidades, y trabajadores honrados con firmeza serena, armonía, concordia y alma libre e inaccesible a la codicia" y profesaba por una energía positiva capaz de comprometer a las personas para "que no pasen por la vida buscando sólo la felicidad en intereses materiales y particulares, sino que luchen por ser modelos de transmisión de valores positivos para la infancia y la juventud ejerciendo su trabajo con pasión".

En paralelo, una parte importante del mundo empresarial anda empeñado en aplicar como indicador de éxito la reputación, y razonan con la buena percepción de la gente para fijar el valor de sus productos y servicios, y aprecian el valor de su capital accionario acorde con la reputación de la empresa.

En mi ignorancia, me pregunto por la prevalecía en las mentes de "el todo es más que la suma de sus partes", y como la percepción traslada a la memoria capacidad de pensamiento, inteligencia, y resolución de problemas. Las leyes de la percepción, acerca de que percibimos totalidades y que cada parte pierde el valor que tiene en el contexto y posiblemente sus cualidades al ser retirada del mismo -civilizaciones antiguas veían a la naturaleza como un todo vivo que relacionaba cada elemento de una manera única y decisiva para el todo y para cada elemento- ponen en entredicho el ecosistema de la humanidad el día en que muera la reputación.

Lo dicho, se echa en falta una mayor, próxima y constante relación entre las personas para sumar anticuerpos en defensa de la reputación.

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