Rememorando la Explosión

Es un gran testimonio de aquel suceso, que usa expresiones y personajes muy gaditanos

Este 18 de agosto se han cumplido 72 años de la fatídica explosión de un polvorín que se produjo en la Base de Defensas Submarinas de Cádiz y que ocasionó 148 muertos, amén de un número incalculado de heridos. Ninguno de los que la vivimos hemos podido olvidar aquella explosión, que iluminó el cielo con su resplandor y que se pudo apreciar hasta en Lisboa.

Almudena Arteaga, especialista en novela histórica (entre sus obras se encuentran "la princesa de Ebolí" y otras 20 más), ha escrito "Cenizas de plata y sangre" en la que novela, con datos históricos el suceso, intercalando una historia de amor y amistades, en las que la propia escritora asume el papel de protagonista, si bien en la ficción es alemana y se llama Ingrid, de facciones arias y larga melena. Con ello, la autora demuestra su valentía, porque por su papel activo en la gestión de la explosión, sus consecuencias no le hacen ser un personaje grato.

Almudena ha encontrado muy buenos asesores para su libro. Menciona multitud de gaditanos de aquellos años con un especial protagonismo de Micaela Aramburu, a la que la novela le asigna el papel de amiga y protectora de la alemana Ingrid. Ya es sabido cuanto espíritu crítico se despierta cuando alguien consigna nombres y apellidos de personas que conoce. Pues bien, en la larga nómina de gaditanos de aquel tiempo, citados por su nombre y apellidos, no hay un solo error, porque no se puede contar como tal que la novela llame "Anita" Ruiz Tagle, si es que se refiere a la que fue esposa de Manuel Lacave Blázquez y que conocíamos como "Ana María" o que hable de un vehículo "Chrysler" de Álvaro Aramburu (hermano por cierto de Micaela), que no usaba, porque me consta que los domingos en los que jugaba el Cádiz C.F. esperaba a mi padre, junto con su amigo Iraóla, en el bar Liba, para que lo llevara en coche a Mirándilla a ver el partido (de ahí que Álvaro, fue el único que siempre me llamó "Ramoncito", porque yo les acompañaba). Sería ingrato con ella, decirle que su asesor procesional no era tan bueno como el social, porque hace procesionar en la noche del Jueves Santo un Cristo yacente y además portado por "costaleros", denominación que es casi blasfema en nuestra Semana Santa.

Recomiendo vivamente la lectura del libro, sobre todo, a aquellos que vivieron la explosión y a los que oyeron a sus padres la versión de ella. Es un gran testimonio de aquel suceso, que usa expresiones y personajes, reales o de ficción muy gaditanos, por lo que sin duda, cuando usted lo lea, disfrutará con él.

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