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Yo te digo mi verdad

Relaciones seguras

Privarse de los placeres de la carne y de las relaciones sociales nos devolvería a nuestra condición de monos

Ya se sabe que el método más seguro, con una eficacia del cien por cien, para evitar contraer o contagiar enfermedades de transmisión sexual es no practicar sexo. Luego están los numerosos sistemas inventados para poner barreras más o menos tupidas, los apaños preventivos y en último lugar, los remedios medicinales para paliar los efectos de la imprudencia. Si lo practicamos a pelo ya sabemos a lo que nos exponemos.

Valga esta introducción como ejemplo para hablar del Covid-19, que con las primeras vacunaciones parece haber mutado de pandemia a espectáculo como casi todo hoy en día. ¿Cómo entender, si no, que se prorrumpa en aplausos (con jefe de la clac incluido) tras la vacunación de ancianos en peligro? Los políticos, bien conscientes de este sentido de show, no dejan pasar ni siquiera esta ocasión para montar bronca por un lado, y para hacer propaganda por el otro. Ya hemos visto, y de manera inmediata, que no conviene la euforia, en cuanto han aparecido los primeros retrasos en la entrega de vacunas.

En cuanto a la prevención y los remedios, bien vendría hacer balance, ahora que se cumple un año de la aparición de las primeras noticias sobre el virus y que se está inaugurando el que puede ser el de la victoria sobre él. Y tal vez habría que concluir que el estado de control de la pandemia es el que nos merecemos, y reflexionar, como en el caso de la transmisión sexual, si hemos puesto las barreras adecuadas. En ambos casos, la abstinencia absoluta es desaconsejable. Privarse de los placeres paradisíacos de la carne y de las relaciones sociales es algo que nos devolvería seguramente a nuestra condición de monos, pero en este caso solitarios, huraños y onanistas en todos los sentidos.

Descartado que el ideal de vida del ermitaño sirva para toda una sociedad, cúmplenos entonces tener buen tino y, al igual que con el sexo, poner el filtro necesario al enorme disfrute del encuentro con familiares y amigos y pensar que las cosas a las bravas no son necesariamente las mejores ni, por supuesto, las únicas. Y que uno no quiere más a su madre por estrujarla más, ni a sus amigos por rociarle con aerosoles mientras destroza un villancico a un palmo de su cara.

Y es que al final, en las relaciones, sexuales o sociales, todo es cuestión de medidas. Y más, si queremos seguir deseándonos unos a otros un feliz año y que 2021 sea el del final del azote del coronavirus.

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