Opinión

Pilar Cernuda

La Reina va al fútbol

SE fue al fútbol, para el Rey era una paliza un viaje tan largo en plena recuperación de una operación de pulmón y los Príncipes tenían una agenda cargada de actos con alguno que no podía ser aplazado, así que doña Sofía dijo que ella iría encantada a Ciudad del Cabo. Podía hacerlo la infanta Elena, pero una semifinal de un Mundial no deja de ser una semifinal de un Mundial, la primera en la historia, y el apoyo de la Familia Real tenía que visualizarse al máximo nivel. Decepcionaron -y lo saben- al no acudir al partido de Nadal en Wimbledon y esta vez no iban a dejar vacío el asiento del palco reservado a los dignatarios de los países que se jugaban el tipo en el campo. La Zarzuela preparó el viaje, invitaron a presidentes de federaciones de fútbol y presidentes de clubes a realizar el viaje con doña Sofía y allá que se fueron hacia Sudáfrica para dar ánimos a los chicos de Vicente del Bosque.

La Reina tomó sus medidas: el plan A era que se quedaría hasta el domingo en Ciudad del Cabo, a la espera de que llegaran los Príncipes para asistir todos a la final. El plan B, el indeseado plan B, era que se volvía a España una vez que la selección quedaba eliminada. Sólo hablaba del plan A, cuentan quienes viajaban con ella en el avión, donde todos, incluida la Reina, se colocaron los pañuelos rojos que distribuyeron el presidente de Osasuna y el presidente de la federación navarra, porque era San Fermín.

Para la Reina está siendo un viaje mágico, explica una de las personas que la acompañan. Ha callejeado por las calles de Durban, donde compró vuvuzelas para sus nietos y se hizo fotografías con docenas de españoles y no españoles que la reconocieron. Se colocó con entusiasmo el traje rojo con el foulard amarillo, fue idea suya, habló con Kissinger durante el descanso, un viejo amigo al que el Rey debe mucho pues hace más de 30 años colaboró intensamente para que los dirigentes de todo el mundo confiaran en aquel príncipe que debía sustituir a Franco para convertir a España en una democracia.

Y luego bajó al vestuario la Reina sin tomar las medidas de prudencia que aconsejan avisar antes de meterse en donde los futbolistas se duchan mientras disfrutan del entusiasmo del deber cumplido.

Se ha instalado en Ciudad del Cabo a la espera del partido de mañana. Un lugar que conoce, en el que vivió cuando en plena guerra mundial la reina Federica cogió a sus hijos y los sacó de una Grecia invadida por los alemanes. Vivió allí la princesa niña durante unos años, y aún guarda recuerdos difusos de aquella época. Ha querido conocer uno de los centros creados a la sombra del Mundial, en el que a los niños de la calle se les inicia en el mundo de la educación a través del fútbol, a través del deporte.

Esa visita estaba en el plan A, en su plan A. Un plan que la Reina ha asumido con un entusiasmo que la ha acercado de tal forma a los jugadores que decían la noche del triunfo que no sentían que la Reina fuera un talismán, sino un miembro más del equipo.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios