EL pasado sábado varios cientos de personas se manifestaron en El Puerto para mostrar su apoyo a los millones de refugiados que huyen de las guerras de Siria, Irak y Afganistán. La actitud de la Unión Europea, y de los gobiernos de los países que la conforman, ante este drama humanitario pasará a la historia de la ignominia de la muy cristiana y democrática Europa.

Un continente que ha sufrido históricamente las más crueles guerras y genocidios que se recuerdan, que obligaron a desplazarse a millones de personas, parece que ha perdido toda sensibilidad ante el drama de los refugiados. Un país, España, en el que tras la guerra civil tuvieron que exiliarse cientos de miles de refugiados huyendo del terror franquista, también parece que sufre una amnesia histórica.

Tras provocar, y en algunos casos apoyar y participar, guerras tan cruentas como injustificadas en Afganistán e Irak, los países occidentales no quien hacerse cargo de las consecuencias trágicas de las mismas sobre la población civil. Los que tanto defendieron la participación de España en estas guerras, ahora callan cobardemente, e intentan eludir sus responsabilidades ante tamaña tragedia. Los que apoyan las bases americanas en nuestro país, imprescindibles en esas guerras, hay que recordarles que los refugiados son el eco que nos llega de los bombardeos que parten desde nuestro suelo.

Mientras que un pequeño país como Líbano acoge a más de un millón de refugiados, ¡España ha acogido a 18! ¡Qué generosidad!, ¡qué vergüenza!

Tenemos la obligación moral y legal de atender a los refugiados. Los que desde el Gobierno tanto invocan que hay que cumplir las leyes, ignoran las Convenciones, Tratados y Protocolos internacionales que obligan a acoger y proteger a los que dejan sus países huyendo de las guerras o por sufrir persecuciones políticas o religiosas.

Esta manifestación sirvió también para rendir un homenaje a Javier Capote, nuestro amigo y compañero que nos ha dejado recientemente. Javier era una persona discreta, pero que desarrolló una encomiable y desinteresada labor como activista social en el campo del ecologismo y de la defensa de los derechos humanos. Una de esas personas imprescindibles que hacen más justa nuestra sociedad, y que nos reconcilian con el género humano.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios