Tribuna libre

Marieta Cantos / Vicerrectora De Extension Universitaria De La UCA

Reflexiones con motivo del 8 de marzo

Aunque los hechos que se conmemoran el 8 de marzo son otros, no debe olvidarse que la mujer en Europa se había manifestado anteriormente, generalmente, es verdad, con motivo de crisis de subsistencias que las obligaban a luchar por su prole. Pero la revolución francesa marcó un cambio de rumbo también en este aspecto. Las mujeres se reunieron, protestaron y escribieron para exigir ser reconocidas como ciudadanas con iguales derechos. La respuesta fue el cierre de los clubs femeninos y a algunas, caso de Olympe de Gouges, autora de la Declaración de los Derechos de la Mujer y de la Ciudadanía (1791), incluso les costó la vida.

En España esta lucha por la conquista política no tuvo el mismo eco, a pesar de que mujeres como la gaditana Frasquita Larrea leían con fruición la Vindicación de los derechos de la mujer (1792) de Mary Wollstonecraft, y ésta aun discutía con su marido, Juan N. Böhl de Faber, la fuerza de sus argumentos. No obstante, el rechazo al ideario revolucionario, y la prohibición de la lectura y la circulación de libros franceses, así como la posterior invasión del ejército napoleónico, evitó que el pensamiento moderno de allende los Pirineos tuviera mayor impacto en nuestro suelo, y desvió después la atención hacia otros problemas de mayor urgencia.

La denominada Guerra de la Independencia, con su carácter de guerra total y la consiguiente necesidad de implicar a todos, posibilitó que también las mujeres pudieran contribuir en la lucha contra el invasor. No obstante, la historiografía tradicional, casi hasta la fecha, ha excluido de su visión la participación de las mujeres o las ha reducido a unas cuantas actuaciones estereotipadas como las de Agustina de Aragón, María Bellido y alguna otra.

En este 8 de marzo, en que se celebra el Bicentenario de la Guerra de Independencia -y el centenario de otra simbólica fecha de la historia del feminismo- no estaría de más, tal vez, que nuestro compromiso, con el presente y con el futuro, pasara también por indagar en el pasado para rescatar del olvido a todas aquellas mujeres que lucharon por alcanzar las conquistas sociales y políticas para todos, y al mismo tiempo exigir un conocimiento de nuestra historia sin exclusiones de ningún tipo.

Podríamos así averiguar que muchas mujeres se ilusionaron también con la proclamación de la Constitución gaditana de 1812 -aunque otras, al igual que muchos varones, la denostaran-, que algunas, al llegar el Trienio Liberal, consiguieron formar parte de tertulias y sociedades patrióticas, aunque la represión fernandina las devolviera de nuevo al silencio y a la postración, porque las guerras y la falta de libertad afectan siempre más a los más indefensos, y de eso ofrece bastantes ejemplos nuestro mundo global. El conocimiento de nuestra historia, de los intentos por reivindicar la igualdad ciudadana, los anhelos por participar en la res publica, en la política, debieran hacernos reflexionar acerca de que todos necesitamos referentes, que muchas jóvenes desconocen lo que hicieron sus antepasadas para que actualmente puedan disfrutar de la libertad que hoy tienen y, sobre todo, que muchas ignoran -muchos también- que el voto no es sólo una opción, sino un modo de autoafirmación de su compromiso particular y consciente, con un futuro del que no pueden esperar derechos sin conocer y asumir sus obligaciones.

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