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Reacción y sensación

La reacción consiste en esperar a que declare la independencia; o seguir esperando hasta que se aburra

Hemos entrado en los días más filosóficos del procés. Con esto no quiero decir que Mariano Rajoy sea un nuevo Parménides, ni mucho menos que Carles Puigdemont se asemeje a Nietzsche. Tan sólo que toca pensar, después de los incidentes del domingo pasado, y de las urnas con más votos que votantes. Los exégetas de Rajoy han explicado que no está de brazos cruzados, como sospechan muchos españoles, sino que practica la Teoría de la Acción y la Reacción. Soraya lo tiene todo previsto, a pesar de la reprobación de Pedro Sánchez para ayudar. Se trata de responder con una reacción legal a cada una de las acciones ilegales. También se trata de no pasar a la acción con precipitación, porque entonces la CUP tendría la oportunidad de una reacción para afianzar la sublevación.

En la vida cotidiana, hay una tendencia a anteponer la pasión a la razón. A un insulto se suele responder con otro. Los impulsos fuerzan reacciones irreflexivas, que no son útiles para combatir las acciones negativas. Ahí se nota la diferencia entre Aznar y Rajoy. Aznar ha pedido acción y Rajoy prefiere la reacción. Sólo una vez pasó Mariano a la acción, y aparecieron las fotos de las ancianitas; así facilitó una reacción adversa y perturbadora, manipulada por los otros. Por el contrario, Aznar, que invadió el islote de Perejil para asustar a Marruecos, le pide que intervenga ya, que suspenda todo lo de Cataluña, que los meta en la cárcel, que convoque elecciones en toda España, o lo que sea; que se mueva, en definitiva, y que salga de la inacción, ni que fuera taoísta, o boludo. Sin embargo, Rajoy piensa lo contrario, con calma. Nada de eso hará sin una acción previa que lo justifique.

Ahora la reacción consiste en esperar a que Puigdemont declare la independencia; y si no la declara, seguir esperando hasta que se aburra. Ahora la reacción consiste en alterar las sensaciones para que se peleen entre ellos mismos. Ahora, con la campaña para la fuga de empresas, bancos y demás inventos del Ibex 35, se encuentran un problema imprevisto. Se les ha inoculado el virus del acojonamiento, de modo que pueden ser ellos mismos los que se carguen su propio invento, al comprobar que la independencia se estrellará en un callejón sin salida. La sensación está cambiando: pueden pasar de héroes a villanos.

Parménides dijo: "La guerra es el arte de destruir a los hombres, la política es el arte de engañarlos". También apuntó: "La razón acabará por tener razón". Aunque Parménides es más antiguo que Cataluña.

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