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tribuna libre

Félix Rodríguez Gutiérrez / Flamencólogo

Ramón Jarana, su cante y su gracia

Ramón Jarana Martínez nació en Cádiz el día 1 de septiembre de 1920 en el número 12 de la calle de la Rosa, encima de la célebre tienda Villa de Madrid. Nunca se dedicó profesionalmente a cantar, aunque el arte lo tenía como lo demuestran algunas grabaciones que realizó en reuniones de amigos y familiares, además de estar tocado con una gracia inusitada para decir "apaga y vámonos".

Ramón Jarana, desde muy joven, vivió y frecuentó los lugares más añejos del flamenco, escuchando a cantaores como Aurelio Sellés, del cual fue gran y fiel admirador; y seguidor del maestro Pericón, Chiclanita, Antonio el Herrero y un largo etcétera.

Su vida fue difícil. Padre de familia numerosa y trabajador como ayudante en Transportes Cela que por una grave enfermedad en la vista tuvo que dejar quedando a expensas de una mísera pensión. Para buscar alguna ayuda se dedicó a vender lotería. A pesar de todo, nunca lo conocí con tristeza, siempre alegre.

Fueron muchos ratos juntos, cuando fundamos la peña flamenca de Enrique El Mellizo y formábamos parte de la primera junta directiva. Yo siempre lo dejaba en la esquina de la calle Alfonso Aramburu y siempre tenía un cantecito, un chiste o una anécdota antes de bajarse del coche. Una vez me dijo: "Ahora, cuando entre en mi casa, me pregunta Isabel (su mujer), ¿qué te hago de cenar? Y yo le digo: ¿esto qué es, el restaurante El Anteojo? Me pones berza del medio día. Ramón, de noche no debes comer berza, me dirá ella. ¡Qué sabe el estómago si es de noche o de día! ¿Tengo yo un reloj en la barriga? No veas la pringá; es un pastor alemán acostao, Félix, por mamá".

Muchas veces nos reuníamos en el almacenito de Antonio en la calle Flamenco, allí lo escuché cantar muchas veces. Su cante era de una dulzura... Para comérselo. Puramente gaditana su escuela por los estilos de soleares, malagueñas, bulerías, tangos, fandangos, alegrías, tientos... Entre cante y cante las cosas que decía, y esas porfías con Juan El Aceitunero, que eran para tirarse al suelo. Y cuando se decían de todo, empezaba Ramón a cantarle y El Aceitunero a bailar. Aquello era para vivirlo.

Recuerdo que una noche fuimos a la peña flamenca Tomás El Nitri, en el Puerto de Santa María, y antes de volver para Cádiz entramos en un bar de la Ribera del Marisco, en Casa Flores. Íbamos Ramón Jarana, Curro La Gamba, Paco Lazo, El Aceitunero y yo. Al entrar le dice Ramón al camarero: "Una botella de Fino Quinta. Y si no tiene, nos vamos". Y le dice al Aceitunero -señalando a un expositor- que todo lo que había allí quitaba el sentío: "Esto es lo que tengo yo en la nevera de mi casa, y no tú, que lo que tienes son dos sardinas arenques y telarañas". De repente, nos sirven una bandeja de caña de lomo y le dice Ramón al camarero: "Oiga, esto no se lo hemos pedido". El camarero, señaló a un señor que estaba en la barra, quien se acercó a nosotros. Era dueño de Osborne. Como Ramón había dicho que si no había Fino Quinta nos íbamos, y era un vino de su bodega, decidió invitarnos. Venga cante de Ramón y de Curro y bailes de Juan y de Paco Lazo. Otra botella y otra bandeja de langostinos. Y decía Ramón a Curro: "¿Yo estoy soñando o despierto?". Y empezó a contar chistes y toda la clientela pendiente, y venga cante y baile, y otra de jamón, y nos dice este señor de Osborne: "No os vayáis todavía". Y le contestó Ramón: "Yo no me voy de aquí aunque aparezca por esa puerta uno de esos toros que tiene usted por las carreteras". El hombre, con lágrimas en lo ojos, no pudo más que espetar: "¡Viva Cádiz!". Cuando nos despedimos Ramón, encima, le dijo: "Aquí tengo todos los números de la lotería de mañana". Y el amable señor se los compró todos.

Jarana fue también muy amigo de Chano Lobato. Una de las veces que Chano vino a Cádiz le contó: "Mira compadre, José Quintero está muy mal y siempre me da un abrazo para ti y Rosario". Así que fuimos, Chano, Ramón y yo. Cuando José nos vio entrar se puso a llorar, y le dijo Ramón: "No llores, que Chano te perdona el dinero que le debes y si sigues llorando no te lo perdona". José se tomó dos copas de manzanilla mientras su mujer se quejaba: "Tú no puedes beber vino". José contestaba: "Aunque me muera, porque ya no voy a escuchar más cantar a Chano y a Ramón". Y así fue. José Quintero fue muy amigo tanto de Chano como de Ramón y cantándole aquel día se despidieron de él.

En otra ocasión, cantaron Chano y él en Jerez, en las bodegas de Williams & Humbert, y al director le cayó bien Ramón y no lo dejaba tranquilo. Quería que le cantara más y le dice Ramón: "Te estoy cantando hasta que amanezca, pero tienes que colocar a mis hijos en las bodegas".

La primera actuación que ofreció la peña Enrique El Mellizo fue en marzo de 1973, en el Colegio de Médicos, en la calle Benjumeda. Fui a Utrera y me traje a Fernanda y Bernarda. Cuando se acabó la actuación, le presenté a Ramón a las dos hermanas. Ni corto ni perezoso, Ramón le soltó a Fernanda: "Cantas para emborracharse. Eres una sultana de la india". Y le respondió Fernanda: "¡Qué bien vestío estás, y qué bien peinao, ¿qué eres, notario?". Después nos fuimos a Chiclana y allí amanecimos escuchando a las dos grandes cantaoras.

Contaría tantas cosas de él que tardaría horas...

En diciembre de 1993 Ramón Jarana ingresó en el hospital de San Juan de Dios. Cuando lo visité, creo que no me reconoció. A los pocos días lo trasladaron a la Clínica San Rafael. Volví a verlo y falleció el día 15 de dicho mes. En la Castrense un grupo de amigos y sus familiares nos despedimos de él.

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