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UNA semana después de que Eduardo Zaplana trocara su condición de diputado raso por la -mucho mejor remunerada- de conseguidor de Telefónica, Ángel Acebes anunció ayer a Mariano Rajoy que él tampoco le acompañará como secretario general del PP en la nueva etapa en que el líder nacional dos veces fracasado en las urnas se ha empeñado en ser el protagonista del tercer intento (quizás la tercera derrota, según piensan muchos en el interior del partido).

Casi es indiferente saber si Acebes y Zaplana se han adelantado a los deseos íntimos de Rajoy de desprenderse de ellos como números dos y tres del partido y han rechazado los cargos de consolación que les ha ofrecido (Mesa del Congreso de los Diputados). Lo importante es que, de hecho, está construyendo una cúpula del Partido Popular a su imagen y semejanza, rompiendo con los lazos del pasado inmediato. Con un detalle nada despreciable: el propio Mariano Rajoy fue designado a dedo por José María Aznar y su figura es indisociable de este trío que ha controlado la organización tras el fracaso electoral de 2004 y ha pilotado la estrategia de la tensión por el 11-M, la cuestión territorial y el proceso de paz con ETA.

Se puede decir que Rajoy ha tardado cuatro años -y dos derrotas, insisto- en asumir lo que le recomendaban desde algunas tribunas lúcidas, a saber, que tenía que centrar y moderar el partido y para ello debía revisar su adhesión a las teorías conspiratorias sobre el atentado y cambiar un equipo que le vino impuesto por aquella circunstancia, a cuyo frente estaban los que en los días aciagos del 11-M y siguientes eran nada menos que portavoz y ministro del Interior. Zaplana y Acebes, ya digo.

Tarde, y no sin tensión, Mariano Rajoy ha completado una operación objetivamente autoexculpatoria de su actuación. Ahora se comprende mejor su falta de autocrítica después de las últimas elecciones generales. Sencillamente, cree que con un proyecto político autónomo, sin interferencias externas y con un grupo dirigente renovado y de su entera confianza, aunque sea a disgusto de los popes del aznarismo, sí tiene posibilidades de ganar. Esto es una rebelión contra el padre más bien de libro. Se trata de inventar el PP de Rajoy, en el que Acebes y Zaplana estorban. Una apuesta de futuro y un riesgo enorme.

El riesgo reside en la falta de virginidad de Rajoy: presenta como novedad la retirada de Zaplana y Acebes que llevan en el núcleo duro del PP el mismo tiempo que él, que, sin embargo, sigue; ha perdido dos elecciones consecutivas sin preguntarse si era el mejor candidato, y se rodea de una corte de leales apartando a líderes experimentados. ¿Que son el pasado? Sí, tanto como Rajoy.

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