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Dejé pasar un día sin comentar la dimisión de Rajoy porque no terminaba de entender su jugada. No la dimisión, que claro que entiendo. Lo que sigo sin entender es por qué anteayer y no cuando todavía era presidente de Gobierno.

Dijeron los que siempre le defienden que dimitir antes de la moción era una tontería porque no aseguraba las elecciones. Sánchez siempre podía ganar la investidura. Ya, pero Rajoy lograba una prórroga de hasta dos meses de gobierno en funciones para hacer un traspaso de poderes ordenado, para organizar los asuntos internos del PP, para tratar de forzar al PNV y para ver si, mientras tanto, se deshilachaba la leve alianza que había tejido Sánchez o podía incluso investir a otro candidato del PP. No conservaba él el poder, desde luego, pero si al final ha dimitido ahora (cuando dinamita a su partido y el rocoso Sánchez se está enrocando a base de bien en La Moncloa), ¿por qué no entonces? La distante posibilidad de elecciones con una hipotética victoria de C's, ¿ha sido suficiente para paralizarle? ¿Y es Rajoy el que afea a otros obsesionarse por las encuestas?

Una explicación maléfica diría: "Dimitir le hubiese obligado a trabajar mucho dos meses más. Ahora se va del tirón". La explicación realista, sin embargo, encaja en su perfil. Rajoy esperó, haciendo un don Tancredo, a que fracasara la moción. Le tuvo fe al PNV (¡al PNV!) hasta el último segundo.

No pasó el milagro, pasó la moción y ahora él pasa.

Las explicaciones de por qué se va son evidentes. La cuestión es si no haberlo hecho antes, habida cuenta de que no tenía la intención de perpetuarse en la oposición, tuvo algún sentido, más allá de agarrarse a la esperanza del clavo ardiendo del PNV o al terror de las encuestas al rojo vivo de C's o a ambos. ¿Ha querido dejar a Pedro Sánchez el desgaste de unos años frente a la cruda realidad del poder? Si quería maquiavélicamente quemarlo, quemándose él a lo bonzo, no ayuda haber quemado al partido de la oposición para una buena temporada.

Estamos leyendo grandes elogios a su figura y las críticas consuetudinarias asordinadas por su digna despedida. Yo me sumo a unos y a otras, le agradezco el trabajo y comparto reparos, pero creo que la última clave de su personalidad aún se nos escapa. Podría estar en el "rosebud" de esta dimisión que, en buena lógica de la estrategia política, ha llegado muy tarde y que habría cambiado mucho las cosas.

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