LÍNEA DE FONDO

Pedro Manuel / Espinosa / Pespinosa@diariodecadiz.com

Quinientos sueños cumplidos

A Raúl siempre le faltó prestancia para aspirar a altares individuales pero le sobraron coraje y solidaridad

MÁS allá de debates estériles sobre su sempiterna presencia en la selección, de su liderazgo casi masónico en un vestuario que históricamente se ha dejado seducir por las jerarquías, es incuestionable que Raúl González Blanco forma ya parte del libro de honor del fútbol español y del Real Madrid. Aquel chico humilde, muy humilde, amamantado en la cantera del Atlético y que un día cruzó el Manzanares para dejarse apadrinar por Valdano, cumplió ayer 500 partidos en Primera. A sus 31 años sigue corriendo y marcando, dando guerra y reivindicando su condición de estrella. Siempre le faltó prestancia para aspirar a altares particulares, a balones de oro que otros poseyeron con menos méritos, pero le sobró coraje para estar a las duras y a las maduras. Raúl tuvo una importancia capital en la entronización del Madrid en el continente. Sus goles en aquella noche mágica de Old Trafford, salpimentados con el inolvidable taconazo de Fernando Redondo en la banda, devolvieron al club blanco la gloria que ni siquiera le aportó la séptima Copa de Europa. Porque en Chamartín nunca se ha vuelto a ser tan grande como aquel día. Ni con Zidane, ni con Figo, ni con Ronaldo ni mucho menos con Beckham. La tercera Copa de Europa en color llegó casi por inercia, pero los cimientos los puso Raúl en camisetas de tirantes, corriendo como si estuviera endemoniado junto a Redondo, Sanchís y Fernando Hierro. También Raúl marca la decadencia europea. Tras su operación de apendicitis le costó coger la forma, puede que nunca haya vuelto a ser el mismo. Coincidencia o no, el caso es que el ocaso de Raúl ha dejado huérfano al Madrid en las citas de veras, en esas donde se gana sobre todo prestigio. El 7 está de cumpleaños, con su rictus dolorido y cansado, quizá rencoroso por no haber podido convencer a todos, consciente de que el tiempo se le escapa y sólo ha podido cumplir 500 de los 1.000 sueños que tenía cuando saltó al campo de La Romareda hace ya siglos.

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