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rafael / sánchez Saus

Queremos un año sabático

ESTE año mis gozos navideños más inconfesables no han tenido que ver con dulces monjiles ni productos ibéricos, ni siquiera con el descorche de alguna botella inusual fuera de estas fechas, sino con el deleitable espectáculo del incruento pero minucioso despiece político de Artur Mas, el de la sonrisa cínica y satisfecha en la noche triste del Nou Camp, a manos de la misma chusma que aquella tarde humillaba a la nación y al Rey.

Y tampoco ha estado mal el disfrute de las tribulaciones de ese desastre ambulante llamado Mariano Rajoy, dilapidador por torpeza y cobardía de la mayor ocasión de que ha dispuesto España en los cuarenta años de democracia. Las bofetadas ante su pretensión de encabezar a toda costa un Gobierno, cualquier Gobierno, con quien sea y como sea, sin líneas rojas dice ahora, tras haberlas puesto todas durante cuatro años a la regeneración de la democracia, están siendo para mí un placer oscuro que no deseo ocultar.

Y qué decir de la sentencia política lanzada sobre el faltón y mentecato Pedro Sánchez, el peor dirigente del PSOE desde la República, capaz de hacer bueno al mismísimo Zapatero. Verlo en capilla, mientras sus verdugos afilan conciezudamente el hacha, pendiente de un gesto de ese mal tipo que, para más inri, se llama Pablo Iglesias, me parece un sueño prohibido hecho realidad. Y el recreo aumenta aún con la tesitura del mismo Iglesias, aparente triunfador sólo porque no ha fracasado con el estrépito de los demás, preso ya de su propia demagogia y de las contradicciones ordinarias en todos los extremismos, frustrado su intento de asalto al único cielo en el que cree, el del poder tiránico. Hasta el errático deambular del fantasmal Rivera, el mejor de la plaga a pesar de su mediocridad, ha ofrecido materia de gozoso solaz en estas semanas gloriosas desde el 20-D. ¡Y luego hay quien dice que la democracia no es sabia y que las urnas se han equivocado!

A no ser que el diablo intervenga para fastidiarnos la diversión, vamos a nuevas elecciones, ya en abril o mayo. En el supuesto de que de ahí salga algo muy distinto de lo actual y se pueda formar un Gobierno, aunque sea cogido con alfileres, se nos echa encima el verano sin que pueda apenas estrenarse. Y en septiembre a lo mejor ya nos hemos dado cuenta de lo bien que nos va sin ellos y les damos año sabático. ¡Españoles, hagan lío! ¡A las urnas!

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