Los tiempos han cambiado. El inicio de la Liga de fútbol tenía cada año el olor del curso escolar, la llegada del colegio. El Trofeo Carranza marcaba casi el final de las vacaciones como una especie de ritual que se repetía cada año. Ahora con el tinto de verano en el chiringuito, la modernidad hace que vayamos al fútbol los viernes y los lunes, que no dejemos de pensar en la pelota porque unimos el Mundial con las pretemporadas de los equipos y con dos títulos ya jugados. Ya no hay Rojo I ni Rojo II, sino nombres de pila delante para diferenciarlos unos de otros. Ni carruseles en las radios y casi ni polémicas con el VAR. Son los nuevos tiempos. Antes escuchábamos Leicester y no sabíamos si era un perfume. Ahora nos conocemos casi la alineación de memoria y contra quién juega en cada jornada. Es que ni el árbitro va de negro. Pero nos sigue atrapando, aunque sea en un 18 de agosto. Pasión pura.

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