opinión

Fernando / J. Díaz /

Proyecto ambicioso sin margen de error

LA llegada de Quique Pina pone el punto y final al primer culebrón del verano cadista, que se ha resuelto con una cara nueva al frente de la gestión deportiva que promete mucho de lo que no se ha tenido en el último lustro. Aterriza un murciano que es empresario, presidente de un club, agente de jugadores y un peculiar vínculo entre el norte de Italia y el sur español, de La Alhambra a la Tacita.

Pina anuncia para el Cádiz un proyecto serio que se puede calificar como fuerte después de los intentos fallidos por culpa de directores deportivos de pueblo o con escasa experiencia. Su cartera está repleta de billetes y de jugadores que aspiran a un lugar en la elite del balompié. Pina pretende traer todo lo que hace falta acudiendo al Corte Inglés del fútbol cuando el Cádiz era un clásico en la vieja charcutería de barrio. Jose González tendrá todo lo que le faltó la pasada temporada; posiblemente no habrá excusas y se le exigirá lo máximo. El entrenador gaditano tampoco tendrá margen de error porque al nuevo gestor no le tiembla el pulso a la hora de aumentar la lista del desempleo. Ya lo dijo en su presentación: nada de sentimentalismo.

Pero en el fútbol hay una máxima que dice que si la pelotita no entra, apaga y vámonos. Pina puede traer a su mejor artillería para Segunda B, que realmente es la forma poderosa de aspirar a ser campeón y ascender por la vía rápida, aunque si no se logra el objetivo tengo serias dudas de que compre el Cádiz para perder tiempo y no ganar dinero. Solicita 12.000 abonados (más bien impone esa cantidad) sin enterarse de que en la Gades futbolera hay 12.0000 razones o más para dar la espalda al equipo mientras la sombra de Muñoz siga por las entrañas del Carranza.

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