Me pasa últimamente con más frecuencia, como si quisieran dejarme clara esa lección antes de que acabe el año. Voy a escribir una idea brillante en internet y se corta la conexión. Cuando vuelve, lo pensé un poco, y era una tontería. Me devuelven una carta porque la dirección estaba mal y suspiro de alivio porque el contenido estaba aún peor que la dirección. Voy a llamar a uno y confundo el número y, para cuando he terminado de pedir disculpas a la señora sorda que cogió el teléfono, descubro que no hacía falta mi llamada original y que hubiese sido contraproducente. Lo sospechoso es que todas estas gestiones y comunicaciones interrumpidas eran innecesarias o dañinas, de modo que empiezo a pensar si no lo serán también las que no se interrumpen. Resulta sospechoso este acierto mío en el error en el 100% de los casos. O también es posible, me corrijo con fe, que la Providencia cuide de mí como a la niña de sus ojos y que tenga razón San Pablo cuando afirmaba que "todo es para bien".

Justo después de escribir esto en mi blog, me ha fallado Dropbox, que no suele hacerlo, y no puedo recuperar el artículo que tenía previsto para hoy. Estoy a las puertas de una comida de trabajo (¡de otra!) y a ver qué envío ahora a la redacción. En circunstancias normales, me hubiese tirado de los pelos. Pero como me ha pasado tras escribir el primer párrafo, he deducido que mi artículo sobre la dimisión de Aznar no era apropiado o que me vendrá mejor para mañana, por si la comida se alarga, como suele, y se complica. Desde luego, para el día de la lotería de Navidad, pega bastante más un artículo providencialista que nos recuerde que todo es para bien.

Es muy probable que no nos toque; pero entonces es que no nos convenía. Tal vez en nuestro trabajo, aunque nos dé trabajo, ayudemos más a la gente que dándonos esa vida de rentista retirado con la que soñamos. O que la súbita fortuna nos nuble la cabeza y hagamos algún disparate vital. Si usted lee este artículo cuando ya sabe que no le ha tocado el Gordo, dé gracias a su suerte, porque será lo mejor que le podría haber ocurrido. Si le ha tocado, no creo que esté leyendo el periódico, pero, si es el caso, dé gracias, naturalmente, y también por sus nervios de acero. Y si es madrugador, y me está leyendo sin saber si le tocará o no, dé gracias por adelantado, como yo las doy, porque nos toque o no, será lo mejor que podría pasarnos.

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