Durante todo el período de formación de pregrado de las profesiones sanitarias, ahora y desde siempre, el currículum fundamental consiste en un aprendizaje exhaustivo de conocimientos biológicos, fisiopatológicos, de medios diagnósticos y terapéuticos para tratar las enfermedades ya existentes. Es decir, es una formación casi exclusiva de profesionales sanitarios asistencialistas. Los fundamentos son científicos y con un rigor aceptable ya que se ha impuesto la evidencia, mediante estudios correctamente diseñados, como método para aportar novedades en algunos de estos terrenos. Con este modelo se consigue que los estudiantes universitarios de Ciencias de la Salud terminen con un bagaje científico-técnico teórico más que aceptable. En todos los contenidos de la formación de postgrados, sobre todo en las especializaciones, se profundiza con el mismo esquema, con total protagonismo para la práctica clínica, por lo que los profesionales sanitarios especializados españoles culminan estos períodos formativos con un nivel técnico excelente, lo que hace que tengan en estos momentos un prestigio fuera de nuestras fronteras muy elevado. Y todo esto nos parece estupendo y reconfortante pero existen importantes matices que queremos destacar.

En todos estos períodos formativos existe poco interés por cuestiones fundamentales. El concepto de Salud no se basa sólo en la ausencia de enfermedad sino en un bienestar físico, psíquico y social. La Salud está condicionada por determinantes sociales en relación con el trabajo, la vivienda, la alimentación, la educación, etc. Esto significa que no están implicados sólo los recursos sanitarios. Además la salud de la población no se consigue exclusivamente con una actividad asistencial, aunque sea de un nivel óptimo, sino con el desarrollo prioritario de la Salud Pública y de la Epidemiología Social. La clave reside en que las desigualdades sociales generan problemas graves de salud. Este modelo, con esa estrategia, vincula las políticas a las necesidades de la población, detectadas mediante estudios realizados por especialistas no asistenciales, y no por ello menos importante para conseguir niveles de salud para los ciudadanos.

Pero además, tampoco se hace ningún hincapié en formar a los profesionales sanitarios en que las organizaciones que colaboran en estos proyectos de conseguir Salud, son los Sistema Sanitarios y que no todos son iguales. Existen algunos con gran desarrollo técnico y dirigidos exclusivamente a la asistencia y que además en sus planteamientos iniciales no desean atender a todos sino sólo a los que tengan suficiente nivel económico para costear los gastos que tengan cada proceso (que suelen ser muy elevados). Otros sistemas, sin embargo, están diseñados para conseguir el derecho universal a la salud de todos los ciudadanos de un país, independientemente de su nivel económico, raza o religión. Los profesionales sanitarios que cada sistema necesita son distintos.

Nosotros abogamos por el Sistema Nacional de Salud, universal, gratuito, equitativo y solidario (financiado con fondos públicos) por ser el único instrumento que tienen los más desfavorecidos para intentar conseguir niveles de salud aceptables. Por lo tanto, la formación de los profesionales que este sistema necesita obliga a incluir los conceptos antes mencionados en su formación. Así se pueden conseguir, no sólo nivel técnico, sino también compromiso social en el desarrollo profesional. Estamos convencidos que esto último es el mejor incentivo para eludir el síndrome del quemado.

Aprovechamos la ocasión para felicitar al Area de participación social y voluntariado (Acción Social y Solidaria) de la Universidad de Cádiz por la iniciativa de organizar las jornadas sobre Etica profesional y compromiso social en la rama biosanitaria y, por otro lado, comunicar que nuestra organización va a organizar las IX jornadas sobre Desigualdades Sociales y Salud, el próximo día 23 de mayo en la Facultad de Económicas (antiguo hospital de Mora) a las que estáis todos invitados.