En tránsito

eduardo / jordá

Procedimientos inquisitoriales

SI me he enterado bien, el diseñador Francis Montesinos fue detenido en su casa y conducido al juzgado sólo porque un menor le había acusado de abusos sexuales. Qué clase de pruebas tenían los policías que detuvieron a Francis Montesinos, eso lo ignoramos. Lo que sí sabemos es que el juez que vio el caso dejó en libertad a Francis Montesinos. De momento, sólo está imputado, pero para mucha gente la sentencia ya es irrevocable y ese hombre es un corruptor de menores y un degenerado. Y poco importa que dentro de dos o tres años, cuando se juzgue el caso, se compruebe que todo se debía a una acusación infundada o malintencionada, porque entonces ya será demasiado tarde para reparar el daño.

Lo que llama la atención de este caso -y no es el primero, porque ya tuvimos hace años el caso Arny- es que la Policía, con la excusa de defender a unas víctimas particularmente vulnerables, está adoptando unos métodos inquisitoriales que dejan por completo indefenso al acusado. Éste no sabe ni quién le acusa, ni por qué, ni con qué pruebas. Y eso sólo demuestra que en algunos casos estamos destruyendo la presunción de inocencia y las garantías jurídicas más elementales de los acusados, uno de los principios inamovibles no sólo de la democracia sino de la civilización.

Cualquiera que nos quiera hacer daño, por el motivo que sea, puede acusarnos de haber cometido un abuso sexual, y parece muy fácil que esa acusación, sin apenas pruebas ni investigaciones, se acabe convirtiendo en una orden de detención y en una visita al juzgado. Si luego se demuestra que el acusado era por completo inocente, el daño ya está hecho. Si era profesor, monitor deportivo, padre de familia, político o personalidad pública, su imagen y su reputación ya han quedado dañadas para siempre. Y quizá también su economía, porque es muy posible que esa persona pierda su trabajo.

Y lo más curioso del caso es que en este terreno no hay diferencia alguna entre derecha e izquierda o monárquicos y republicanos: todos se muestran igualmente partidarios de la mano dura y el castigo ejemplar contra esos "asquerosos corruptos". Y si uno lee los comentarios en las redes sociales, la terrible jauría humana está suelta, buscando a quién linchar para descargar sobre esa pobre víctima todas sus frustraciones y todo su odio. No sé si nos damos cuenta, pero hemos resucitado la Santa Inquisición, sólo que ahora usamos argumentos humanitarios. Las consecuencias, me temo, son las mismas.

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