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Primer paso

¿Está justificada esta reaparición de los viejos aceituneros altivos o es mera invención oportunista?

En estos días apenas se ha prestado atención a la candidatura Jaén Merece Más, relegada como maniobra anecdótica menor, simple imitación de fenómenos surgidos al calor de Teruel Existe. Los partidos andaluces han debido pensar despectivamente que se trata de una utilización populista de descontentos locales (que en todas partes hay). Sin embargo, quizás se les esté agotando ese cómodo recurso político: mirar hacia otro lado para no ver lo evidente. Porque puede que estas voces de aceituneros altivos cobren valor y, aunque no sumen muchos votos, su atrevimiento no va a ser fácil de callar ni olvidar. Dado que, una vez abierta la veda, la lista de reclamaciones es larga y otras provincias y comarcas andaluzas quizás recojan el testigo y busquen tener voz propia, ya que sus desconfianzas llevan décadas sin solventarse. La llegada de este momento crítico en que algunas provincias andaluzas recurran a redimirse (como ya explicó Ortega) por sí mismas, ya estaba anunciada. Pero desde las instituciones y gobiernos, de unos y otros, se obviaba el asunto por incómodo y complicado. Esperando que el tiempo, las ferias y las peregrinaciones religiosas acabaran limando las desigualdades de los descontentos. ¿Cómo esperar que, en tiempos modernos y en Andalucía, hubiera gente tan retrógrada que propusiera regresar como unidad de movilización política a la tribu, al campanario, al reino de taifa, y a algo tan artificial como la provincia? Para eso se crearon los gabinetes de consejeros y expertos en previsión, planificación y articulación, para que ningún andaluz, sea cual sea su rincón, se sintiera excluido y perjudicado en las distribuciones presupuestarias y, consecuentemente, en sus necesidades de trabajo y bienestar. Pero en cuatro décadas no ha habido visión ni voluntad política para aclarar y paliar cuestión tan primordial. Ni siquiera para hacer pública y explicar las dificultades económicas y sociales que eso entraña, de modo que los afectados comprendiesen, al menos, que su marginación de las grandes rutas productivas no se debía a simple olvido. Por eso, resulta difícil comprender que, tras el paso de un buen número de gobernantes, una región a la que se atribuyeron, tras reclamar su autonomía, las instituciones precisas para eliminar los viejos desequilibrios, mantenga todavía unos problemas que obliga a los vecinos de una de sus provincias a reclamar un esperanzador voto particular. ¿Está justificada esta reaparición de los viejos aceituneros altivos o es mera invención oportunista? Habrá que estar pendiente de este grito simbólico. De momento, cobra vida en una provincia, pero pueden venir más.

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