Preocupaos bien

Lo malo no es que nuestros políticos consuman series, sino las series que les complacen

No deberíamos extrañarnos de que los políticos vean series. La ficción es muy práctica y necesaria. Ofrece herramientas para interpretar la realidad. Diferente es la ínfima calidad de lo que ven y ¿leen?; porque, al final, eso repercute en la categoría de lo que se es y se hace. O una buena alimentación espiritual, o anemia u obesidad.

Lo malo, por tanto, no es el tiempo que pierden, sino los tiempos que corren. Las series políticas que consumen reflejan una política salvaje, sucia, obsesionada por el poder, delincuente y descarnada, despreocupada por el bien común. Un ejemplo es la serie francesa Baron Noir. Ha sido calificada como "obra maestra" por Pablo Iglesias. Y ha confesado que "le encantaría trabajarla con estudiantes de Políticas". Observen que él, que conoce la política real, asume la verosimilitud de la serie por partida doble. Primero, por considerarla "maestra" y, segundo, por proponerla como material didáctico.

Cabe que a Iglesias ya lo den ustedes por perdido, pero la serie se la recomendó Pedro Sánchez. Si no tienen tiempo para verla, sepan que The Guardian ha descrito Baron Noir como "una saga de venganza y apuñalamientos por la espalda en la política francesa. La combinación perfecta de House of Cards y Los Soprano". Lo que produce tanto entusiasmo proselitista en nuestro presidente es un retrato de lo más sórdido de la política democrática con corrupción, financiación ilegal, extorsiones, suicidios inducidos, mentiras constantes, mociones de censura y conspiraciones. Si una serie describiese a los columnistas de esa guisa o sólo la mitad o apenas un cuarto, yo me indignaría.

Hay precedentes internacionales. Según Kevin Spacey, Bill Clinton le confesó que el 99% de lo que pasaba en la serie House of Cards era tal cual. Y añadió que "el 1% de fantasía correspondía al hecho de que en la vida real jamás podría aprobarse una ley de educación tan rápido como en la serie". Barack Obama también había opinado que la política era "tan despiadadamente eficiente" como en House of Cards.

Si quieren preocuparse con fundamento, piensen en lo que nos revela la complacencia de nuestros líderes de reflejarse en las series que les entusiasman. Como yo no tengo ni de lejos el conocimiento de un Clinton o de un Pablo Iglesias, no daré tantos por cientos; pero me temo que las series son, como decía, herramientas muy útiles para entender lo que tenemos encima.

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