Hay que reconocer que hay que tener una habilidad enorme para dejar un cargo público por una puerta, la que han abierto unos democráticos comicios autonómicos, y acto seguido entrar de nuevo en la administración pública por otra puerta aún de más enjundia, la que deja abierta de par en par este sistema de compadreo y favores políticos en que se ha convertido buena parte de este país. Senador por la gracia de Dios, por imposición, porque me han propuesto sin urnas de por medio... El sistema, evidentemente legal, hace aguas por todos lados, y es usado por todos los partidos políticos -el que aún no lo ha hecho lo hará en el futuro- para colocar a quienes se han quedado democráticamente descolocados, descompuestos y sin cargos. La renovación de la ética política debe empezar por la renovación de unas normas que pueden enervar, por ejemplo, a quien prepara con tesón una oposición para un puesto público, pero de trabajo.

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