Con la venia

Fernando Santiago

fdosantiago@prensacadiz.org

Populismo gaditano

No hay que mirar con nostalgia cuando los hijos del levante poblaban nuestras calles, llenas de picaítos

Una cosa es el populismo y otra la demagogia absurda, una cosa es lo popular y otra lo populachero, caricatura de lo anterior. No vamos a caer en la típica melancolía del emporio del orbe, del cosmopolitismo , los teatros en italiano y francés, las Cortes de Cádiz y todo lo demás. Es cierto, por supuesto, aunque cabe pensar que también había otra vida en los siglos XVIII y XIX, en los barrios populares junto al Paseo del Vendaval. El problema es que se acabó el cosmopolitismo y hemos sustituido lo popular por lo populachero. Está bien ese espíritu romántico de reivindicar lo popular, sean los personajes, la música o las costumbres. Asunto diferente es ponerlos en un altar y darles custodia en el cortejo fúnebre. Afortunadamente la sociedad da respuesta social, sicológica o asistencial a todos aquellos con algún tipo de problema y con necesidades. No hay que mirar con nostalgia cuando las calles de Cádiz estaban llenas de picaítos, cuando los hijos del levante poblaban nuestras calles. Está bien como reivindicación de la infancia pero no creo que nadie quiera que vuelvan esos tiempos para su ciudad. Dudo que en Cádiz hubiera más que en otros lugares simplemente los personajes (las personas, como dice la justamente premiada Yolanda Vallejo) que poblaban nuestras calles imitando un desfile, radiando un partido, montando en bicicleta o dando gritos en otras ciudades adoptaban otros nombres y otras maneras. Y los niños, en todos lados, se dedicaban a incordiarlos. Ni el levante produce ningún tipo de desequilibrio mental o emocional ni hay razón alguna para pensar que en las calles de Cádiz vivieran más indigentes que en otras. El caso es que se produce un coro de gente que utiliza cada ocasión para aplaudir a jugadores de fútbol, a cargadores, a comparsistas (los elegimos alcaldes incluso) y a muchas otras personas extraídas de la cultura popular, de la misma forma que antes eran cupletistas, toreros o cantaores quienes servían para envolver los caramelos que vendía Macandé. Los tiempos cambian y las costumbres populares con ellos. Antes la gente llenaba la plaza de toros y ahora abarrota el Carranza. Antes los ídolos eran Joselito o el Mellizo y ahora es Mágico o Martínez Ares. Nuestros sabios y artistas otros países los recordarán, como cantaba Paco Rosado, lo que vale para Pemán, Ory, Quiñones o Alberti. Igual se me ha ido la mano de sieso irreductible. Ustedes perdonen, se mete uno en el personaje y se viene arriba.

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