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la esquina

José Aguilar

Política y cajas de ahorros

NO creo yo que la política fuera la causante de la mortífera crisis que ha padecido el sistema español de cajas de ahorros, porque también ha sufrido lo suyo el sector bancario privado, guiado por gestores particulares (sufrimiento que se ha visto compensado por los 215.000 millones de euros recibidos de ayudas públicas en distintas modalidades).

Pero ayudar, ayudó. Quiero decir: pasó desapercibido durante los años de vacas gordas, expansión y alegría, pero en cuanto estalló la burbuja inmobiliaria y aterrizó la crisis para quedarse entre nosotros el peso de la política en las cajas de ahorros se reveló como un formidable factor de distorsión y deterioro de la actividad de estos entes, teóricamente más apegados al interés general y con cierta vocación social que se pretendió contrapuesta a la de los bancos.

De ahí, de una gestión más politizada que profesional, nacieron las inversiones impuestas por estrategias del poder político, la inmersión en el ladrillo, la capitalización de empresas en crisis que había que salvar a toda costa aunque estuvieran peleadas con la viabilidad y la financiación de proyectos megalómanos a la mayor gloria del alto cargo autonómico o municipal listo para cortar la cinta inaugural. Por eso es de alabar la intención del ministro de Economía y Competitividad de reducir el peso político en las cajas, después de demostrarse tan reiteradamente que se trata de un peso muerto o de un peso letal.

El proyecto de reforma de la ley de cajas, que deberá estar aprobado en junio de 2013, implica que tanto en las cajas como en las "fundaciones bancarias" -la fórmula ideada por el Gobierno para que las cajas transformadas puedan controlar bancos, si la UE lo permite- ser consejero o patrono será incompatible con tener un cargo político o un cargo ejecutivo en partidos, sindicatos y patronales. También, que el número de representantes de las administraciones públicas en los órganos de dirección de cajas y fundaciones se rebajará del 40% del total actual a un máximo del 25%. Se acabarán, pues, los cajeros que iban por el monte solos, aquellos banqueros sobrevenidos con que partidos, centrales sindicales y empresariado autóctono han estado poblando los consejos de administración de las cajas, muchas veces sin más mérito que su militancia o servilismo y con una capacidad de gestión financiera cuyas limitaciones se han ido viendo conforme algunas de estas cajas han sido auditadas o investigadas, administrativa y penalmente. Los detalles están en los periódicos.

Será bueno que sobrevivan unas cuantas cajas de ahorro, entre otras cosas para estorbar el oligopolio bancario que no para de fortalecerse. A condición de que las supervivientes dejen de estar supeditadas al poder político. Que esté presente, sí, pero que no las domine.

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