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La tribuna

rafael Rodríguez Prieto /

Podemos: la doble negación

LA realidad es la que despierta las posibilidades; nada sería tan absurdo como negarlo" (R. Musil). Parecía como si los españoles nos hubiéramos acomodado a una política sin atributos; un narcontizante turnismo salpicado por las plañideras enriquecidas del nacionalismo periférico. Pero algo sucedió el 15 de mayo de 2011. Una de las movilizaciones democráticas más ilusionantes de la historia fue recibida con desdén y calculada condescendencia hostil por unos políticos acostumbrados a monopolizar la política. Fueron incapaces de percibir que los españoles les brindaban una posibilidad de fortalecer tanto las instituciones como la propia democracia. Nada de eso.

Unos aprovecharon la coyuntura para expandir con mayor ahínco el virus nacionalista y otros continuaron a lo suyo. Elecciones, promesas y, finalmente, decisiones que terminaron por liquidar el Estado social. Sin embargo la sociedad española es generosa. Tuvieron otra oportunidad. Mareas ciudadanas desarrollaron el legado del 15-M como colectivos sectoriales que reivindicaron la protección de los servicios públicos en un contexto de crecimiento de la desigualdad y la pobreza. Nada de eso se tomó en serio. Muestra de ello fue una ILP de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca que, con un apoyo popular abrumador, fue desatendida.

Podemos surgió en los albores de la campaña a las elecciones europeas. Un grupo reducido de personas, que habían estado vinculadas al 15M, decidió poner en marcha una iniciativa partidaria. Se encontraron -como otros grupos como el Partido X- con una primera negación. La mayoría de los políticos los tacharon de aventureros o hasta de frikis. La oxidada nomenclatura de IU, encamada con el régimen andaluz y con el dulce sopor de la derrota vocacional, les negó encaje en sus listas. El resto, les auguraron una presencia testimonial al estilo de Ruiz Mateos o Jesús Gil. Pero erraron.

El crecimiento electoral de Podemos es un hecho incuestionable. No es extraño. Ha sabido reutilizar la infraestructura social de Acampada Sol y completarlo con medios convencionales para así lograr un fuerte impacto intergeneracional. Han escuchado al 15-M y eso se nota en su programa. Muchas de las reivindicaciones que se plantearon en las plazas de España están hoy recogidas en su discurso. Cualquiera que conozca mínimamente los textos del 15-M puede certificarlo. Pero lo mejor para Podemos ha sido encontrarse con las excrecencias del régimen del 78. Políticos que acreditan un escaso bagaje intelectual; jóvenes sin ideas cuya astucia para trepar en sus partidos es inversamente proporcional a su currículum o capacidad para debatir en público. Fotocopias de fotocopias de políticos que lo fueron todo en los ochenta y que hoy, como senadores romanos, se solazan en la renta vitalicia que les otorga la profesionalización política o en una empresa del Íbex 35. Los partidos quisieron hacerse un lifting, pero les salió una cara hinchada de botox.

La segunda negación es consecuencia de sus expectativas electorales. Ahora se trata de desacreditar sus propuestas como indeseables, inaplicables e irrealizables. Es curioso que un programa socialdemócrata -para mi gusto, moderado, ante la emergencia social del país- provoque unas reacciones así. La ideología neoliberal ha sido tan naturalizada y extendida que políticas que repugnarían cualquier sensibilidad social pasan como realizables o aplicables. Hablo de incrementar nuestra deuda al nacionalizar entidades financieras manejadas por corruptos; del salvamento de autopistas privadas; de la probable privatización, a precios de risa, de aeropuertos y del sistema ferroviario o de la demencial gestión de la energía. Después de tantas autonomías, UE y fanfarrias nos encontramos con niños comiendo pan con nada en la "España de las oportunidades". No precisamente para nuestros científicos. Más bien para el neopelotazo que te hace rico si cuentas con una tupida red de contactos empresariales y políticos. No obstante, quizá la mayor corrupción no sean esas oportunas tarjetas enlutadas, sino un modelo que ha puesto al Estado al servicio de las clases más privilegiadas.

Las iniciativas de Podemos deben estar sujetas a crítica y debate. No comprendo su errónea actitud comprensiva con el discurso nacionalista y sus apéndices estalinistas en camiseta. Recuerdo el surgimiento de Ciudadanos en Cataluña como un colectivo resistente y no acomplejado frente al discurso nacionalista. Tampoco comparto ciertas valoraciones sobre cuestiones de índole internacional. Pero Podemos es una propuesta articulada, seria y vinculada a las expectativas de muchos ciudadanos, cansados de partidos nominalmente distintos con políticas análogas. Sería un error ligar exclusivamente su crecimiento a los casos de corrupción.

Incluso con éxito electoral, Podemos lo tendrá difícil en un escenario donde la democracia es mal negocio para poderes supranacionales armados con la prima de riesgo y los tratados bilaterales y multilaterales de comercio. Pero, en todo caso, no deja de ser uno de los últimos diques de contención contra un desencanto preñado de ultraderecha xenófoba y racista. Si no me creen, pregunten en Francia.

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