Plato frío

La política tiene sus nobles motivaciones y sus grandes ideales, pero también se cuelan las venganzas

La envidia, como no se la redima mediante la admiración o se ponga manos a la obra a través de la emulación, tiene malísima prensa. Con la venganza no pasa lo mismo. Se ve en el cine. Muchas tramas explotan el sentimiento de plenitud que los espectadores sienten ante la venganza cumplida. No es extraño porque la venganza es el estado primigenio y privado de la justicia. Con ella se matan de un tiro dos de los fines de la narración: el conflicto de un personaje y el restablecimiento de un orden. En los Estados modernos, por prudencia, la venganza ha sido expropiada y la justicia es o debería ser competencia exclusiva del Estado. Pervive apenas como pulsión subterránea (que puede aflorar con virulencia si el Estado no cumple su parte).

Pervive también en la vida cotidiana, más allá del Derecho Penal. Por ejemplo, en la política. Lo pensaba al ver a Rosa Díez apoyando a Pablo Casado. Siendo una persona que se mueve en terrenos ideológicos, sociológicos y sentimentales próximos a Cs, el paso de Rosa Díaz contribuye, en la medida de sus posibilidades, a socavar a Albert Rivera. Que contribuyó a orillar a UPyD.

Hay otros casos. Más País podría llamarse «Menos Pablo Iglesias». Tendrá un contenido de sana discrepancia ideológica, sí, pero también ribetes de vendetta personal, empezando por Errejón y siguiendo por muchas de sus figuras.

Ribetes de vendetta que se quedarán pequeños si Pedro Sánchez tiene que comprar el apoyo de Pablo Iglesias para su investidura. Él lo intentó ningunear, apartar y desdeñar de todas las maneras posibles, pero Iglesias ha aguantado el tirón y ahora acaricia la posibilidad de su plato frío. Desde la prensa advierte: «No me presentaría a las elecciones si fuera a aceptar otro veto». Sabe que el PSOE pactará con Podemos si «están fuertes tras el 10-N, no porque les apetezca». («Y menos que les va a apetecer», parece que musita entre dientes.)

Aunque Vox hace un mensaje con más ancho de banda, tampoco se puede obviar que recibe voto despechado por tantas promesas incumplidas por el PP (Cataluña, aborto, bajada de impuestos, defensa del español…). Abascal, porque aspira a mucho más, no hace sangre ahí, pero esa herida sigue abierta.

No quiero levantar falso testimonio. Aquí todos tienen sus motivos políticos y hasta sus ideales. Pero la condición humana es la que es, y con los nervios y las tensiones de la campaña, se ven venir algunas venganzas.

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