Planeando (sin motor)

No por mucho planificar, se ejecuta más temprano ni siquiera con más eficacia

Yo estaba muchísimo más confinado antes del confinamiento. Ahora mi despacho es un ir y venir de niños que necesitan mi ordenador para conectarse a las clases o que piden que intervenga en sus alambicadas disputas con tres o cuatro juicios de Salomón al día; mi mujer me radia su teletrabajo y por las noches propone ver series como sus amigas; los colegas de mi trabajo han perdido toda noción de horarios y tenemos telereuniones en días festivos y mis alumnos me trasladan sus dudas a horas intempestivas, como si mi asignatura no les dejase conciliar el sueño.

Mis planes de lectura y de escritura, en consecuencia, están manga por hombro. Yo, de la vieja escuela, sostengo que los hombres no lloran sino de emoción. Por eso, en vez de derrumbarme, vuelvo y vuelvo sobre mi calendario y cambio los planes de trabajo, para llegar de cualquier forma a mis fechas de entrega.

Lo que me ha traído un vivo recuerdo a mi madre. Fui el primero de los hermanos en irme a la universidad. Mis padres, que eran jóvenes y estaban emocionados, me llamaban bastante y me hacían un seguimiento de rienda corta a pesar de los más de mil kilómetros de distancia. Yo les explicaba mis milimétricos y cronometrados planes de estudio: si estudiaba un tema a la semana de Derecho Romano, llegaría al examen con tres repasos, por ejemplo. Pasaba el tiempo y no estudiaba y entonces cambiaba el plan. Si estudiaba tres temas a la semana, les decía, llegaría al examen con dos repasos. Pasaba el tiempo. Si estudiaba un tema al día, llegaría al examen con casi todo el temario visto. Etc. Entonces me llegó un paquete cilíndrico que parecía un plano de arquitecto. Cuando lo desenrollé, era un gran dibujo de mi madre en el que aparecía mi caricatura rodeado de rotuladores que coloreaban calendarios con una cartela en letras de molde: "Enrique estudiando la manera de empezar a estudiar"; y con este aviso: "Empieza a de una vez ¡ya!, hijo mío".

Como no hay dos sin tres, el recuerdo me ha traído de vuelta al presente y a los planes y replanes del Gobierno para la desescalada. Cualquiera que sea profesor y/o que haya sido mal estudiante no puede dejar de detectar en el lenguaje entrecortado, repetitivo y difuso de Sánchez los tics de quien no se sabe su lección. Además, en sus planes sobre planes y fases contra fases, yo hago una asociación mental con mi juventud que no me da ninguna, pero que ninguna confianza.

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