Pisos para veraneantes

A partir del 1 de julio entraban los veraneantes, que eran principalmente familias de Sevilla y Jerez

En el Cádiz playero nunca hubo viviendas con fines turísticos, que suena cursilísimo, sino pisos y apartamentos para veraneantes. Esto es así desde que empezaron a construir edificios de altura en el Paseo Marítimo y sus alrededores, en los tiempos de José León de Carranza y de Jerónimo Almagro como alcaldes; y ya fue un no parar, que siguió después, con Emilio Beltrami de alcalde; hasta que terminaron lo poco que quedaba, ya en la democracia, con Carlos Díaz y Teófila Martínez. De modo que en el Paseo Marítimo no hay sitio para nuevos apartamentos turísticos. Y para un terreno que existe, con fines hoteleros, en el antiguo Tiempo Libre, no son capaces de ponerse de acuerdo.

En Cádiz apenas había turistas en verano, sino veraneantes. Los turistas eran pocos, unos señores digamos que ricos, que se podían permitir pasar unos días en el Hotel Atlántico o el Hotel Playa, los dos grandes hoteles de Cádiz por excelencia. Y luego, como digo, estaban los veraneantes, que alquilaban los pisos por todo el verano, o por el mes de julio o el de agosto; o por quincenas, cuando ya estaban más tiesos y los alquileres a precio de oro negro.

En los pisos alquilados de Cádiz había maestros o estudiantes hasta junio. Y entraban los veraneantes a partir del 1 de julio, que principalmente eran familias de Sevilla y Jerez de la Frontera. Entonces se les decía buenas familias; como si las familias pobres, que venían en autobús a pasar el domingo en la playa, fueran malas. He ahí un anticipo de la turismofobia. Pues esos veraneantes de Sevilla y de Jerez se ampliaban con los de Madrid (en inferior medida), Córdoba, así como algunos vascos y extremeños, e incluso familias de Zaragoza, una ciudad donde las criaturas padecen un clima infernal en verano y polar en invierno.

Esas cursilerías de los pisos y apartamentos como viviendas turísticas le suenan a Martín Vila de otras ciudades. No se conocían en Cádiz, que siempre fue más dada a las chapuzas a domicilio. Y nadie se extrañaba si en el ascensor te encontrabas en verano a unos sevillanos o madrileños (que daban el cante por vestir del Betis o del Atlético). Al gaditano y la gaditana siempre les han gustado el veraneante y la veraneanta, porque van a nuestra playa de la Victoria, igual que nosotros. Eso convierte al gaditano y la gaditana en seres privilegiados, ya que no necesitan desplazarse de su casa para disfrutar de la playa.

No se confundan, hay lo que hay. A esos pisos de la playa no irán turistas chinos, ni canadienses, ni australianos.

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