Gastronomía José Carlos Capel: “Lo que nos une a los españoles es la tortilla de patatas y El Corte Inglés”

Cuchillo sin filo

francisco Correal

Pírrica

COMO Rajoy es madridista, le gustó lo de la décima en la final de Lisboa y quiere repetir la experiencia en política. Cuando pase el verano, los partidos prepararán la maquinaria de las décimas elecciones municipales de la democracia. Donde el presidente del Gobierno dice la lista más votada, la oposición, beneficiaria de coaliciones electorales y otros experimentos con gaseosa, lee el listo más votado. Por eso no quieren que se cambien las reglas del juego cuando todavía se está disputando el partido. La figura es de Elena Valenciano, que algo sabe del tema como madre de futbolista.

La pureza democrática le da la razón a Rajoy pero sus intenciones se la quitan. La mentira y la verdad, decía Bergamín, son dos malas consejeras, una te dice que mates, otra te dice que mueras. El famoso cristal con el que se miran las cosas, que para unos es Swarovski panóptico y para otros un ojo de cíclope con versos de Borges. Con efectos retroactivos, si uno exceptúa a Julio Anguita, Teófila Martínez, Pedro Aparicio, Pedro Rodríguez, el primer mandato de Manuel del Valle o Zoido, amén de falansterios municipales como Marinaleda -que ha sobrevivido al penúltimo Borbón-, muy pocos alcaldes de los que ocuparon el sillón municipal en estas tres décadas y media habrían accedido a ese honor. Algunos, incluso, lo amortizaron con calles o avenidas que llevan su nombre. Serían inéditos y ahora son incunables.

Algo huele a podrido en las ilusiones del proponente y en las reservas del oponente. Esta supuesta ley de fraude serviría para amortiguar un fraude de ley, que es esta legitimación de las primas a terceros que permiten que los partidos menos votados pacten después de los comicios para imponerse al más votado. Una solución salomónica sería que el pacto, pese a que no hay que ser politólogo para imaginarlo, se diera a conocer el mismo día que terminara la campaña para que el elector supiera a ciencia cierta que su voto era disyuntivo o copulativo: elegir entre uno y otro o votar a uno y otro.

El Betis con los puntos de Osasuna estaría en la Europa Liga, que suena a película de destape de los Ozores, y yo mismo con un yate de Ecclestone me habría casado con Carolina de Mónaco. Otra cosa distinta es el día después. ¿Cómo gobierna la lista más votada a la parte contratante de la segunda parte? Sería una victoria pírrica, que ya no sabe uno si es por Pirro o es por Pirri.

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