Yo te digo mi verdad

Pimpinela madrileña trágica

Lo más triste es que se enarbolen mentirosamente grandes y nobles principios como libertad y regeneración

¿de qué tamaño y cuán jugoso será el pastel por el que se están peleando en Madrid como para sacar tanto brillo a esa hacha de guerra que nunca se entierra de verdad en los grandes partidos políticos? ¿Cómo será de grande ese trozo por el que aprietan el cuchillo entre los dientes Ayuso y Casado, teniendo en cuenta que ha de tener un porte suficiente para que algo llegue a esos miles de partidarios de cada uno, para que del resultado de esta contienda asombrosa aún lleguen migajas a todos los que están expectantes y callados al borde del ring?

La verdadera, incontada e incluso divertida crónica de esta guerra civil sólo entre nacionales está más bien en ese ejército de afanadas hormiguitas de lo suyo que andan ahora preguntándose bajo qué árbol se arrimarán la próxima temporada de esta serie, y a qué componente de este peculiar dúo Pimpinela tendrán que cortejar a partir del desenlace provisional.

Y si todo este inmenso lío se forma por el poder que otorga dirigir un partido de ese tamaño en Madrid, podemos imaginarnos lo que se cuece en el seno de las formaciones políticas cuando la tarta sobre la que se pretende hincar el sable tiene la superficie de España. Lo más triste es que se enarbolen mentirosamente grandes y nobles principios como libertad, regeneración y democracia, y otros más pretendidamente sagrados como honradez y familia, a la vez que se desprecia valores como responsabilidad social y representatividad política.

Se analiza mucho en estos días sobre quién de los dos principales contendientes en esta pelea de gallos es más listo o más hábil, sobre quién saldrá ganando o cuál permanecerá en pie sobre el cadáver desplumado del otro. En justicia, ninguno de los dos merecería sobrevivir en ese mundo ideal que algunos votantes nos imaginamos cuando depositamos nuestra papeleta en la urna.

Más preguntas ingenuas: ¿No deberían los dirigentes de cosas tan importantes y trascendentes dedicar todos sus esfuerzos al bien común de los ciudadanos? ¿Cómo podemos siquiera soñar con que se preocupen por alguna de nuestras sencillas necesidades de bienestar mínimo si ellos se dedican a imaginar traiciones y emboscadas contra sus propios compañeros? Pese a estos constantes y desalentadores ejemplos, no cejaremos en nuestro empeño de elegir entre candidatos a quienes entregar nuestras vidas, pero cada vez nos lo ponen más difícil.

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