DE POCO UN TODO

Enrique / García-Máiquez

Pierda usted la mañana

EN Alemania y en Inglaterra también tocan a rebato, y quien se alegre es doblemente tonto o tonta: primero, porque el mal de muchos no arregla nada, y segundo, porque eran ellos los llamados a ayudarnos a arreglar lo nuestro. En la tormenta financiera perfecta bajo la que nos encontramos, urge hacer una tormenta de ideas sobre modos de ahorrar dinero público y mejorar la competitividad. Urge porque a los políticos sólo se les ocurre ahorrar a nuestra cuenta y riesgo, recortando salarios y aumentando impuestos.

Demostrarles que hay otras telas donde meter las tijeras, además de la de nuestros bolsillos, es cuestión de puro instinto de supervivencia. José Aguilar advierte de la proliferación de entes autónomo-autonómicos; Enrique Montiel y yo, del entente autonómico en general; otros, de los cochazos oficiales y demás chollos anejos al cargo (cargo, será por lo que pesan en el presupuesto); otros plantean la existencia de las diputaciones provinciales y otros la conveniencia de aunar ayuntamientos para racionalizar la cosa y ahorrar en alcaldes. Este afán generalizado por descartarnos de gastos inútiles, de instituciones inútiles, de procedimientos inútiles, de subvenciones inútiles y de inútiles, directamente, va a ser lo mejor que saquemos de la crisis. Y lo que nos saque de ella.

Por poner (o quitar) mi granito de arena, otro ahorro sería suprimir gestiones administrativas de todo tipo y papeleos. Posibilidades ofrece la informática de cruzar datos y de ahorrarnos idas y venidas, tal y como demuestra Hacienda, a la que no se le escapa nada. Resulta decimonónico el espectáculo que damos con nuestras carpetas bajo el brazo en las salas de espera de los diversos organismos públicos esperando a que salga nuestro numerito para nos expliquen que falta, ay, este certificado en cuestión o su fotocopia, vaya. "Vaya usted a por ella", te animan muy empáticos, "y cuando la tenga, vuelva".

Interconectando administraciones e informatizando más la gestión, de manera que un dato provoque automáticamente en las otras instancias los cambios necesarios, las correcciones pertinentes y las solicitudes lógicas, dejaríamos de ser gestorías ambulantes, ahorraríamos la gasolina de tanto viaje, y, sobre todo, muchísimo papel, o sea, que daríamos ejemplo de economía sostenible. Y aumentaría la productividad nacional, pues esa muchedumbre de las salas de espera está perdiendo una mañana suya de trabajo. Y no haría falta tanto personal. Yo, mientras espero, bostezo, suspiro y me distraigo soñando con el artículo que habría escrito Larra sobre esta pervivencia de su Vuelva usted mañana.

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