Picasso 'light'

La identificación de la bondad y la belleza, física y moral, fue un último residuo de platonismo que murió con el XVIII

El lunes, en la presentación del Año Picasso, el ministro de Cultura, señor Iceta, advirtió contra una posible reprobación del pintor, a cuenta de sus aspectos personales. Tales aspectos, según parece, se ciñen a su curriculum sentimental, y no a su conocida vinculación al comunismo. Quiere decirse, entonces, que el ministro de Cultura teme que la obra de Picasso quede ensombrecida por su donujanismo, cuando nos hallamos en plena vindicación del "hombre blandengue", que tanta fama póstuma ha traído al Fari. En cualquier caso, el ministro tiene razón, siendo así que dichas precauciones debieran recordarse para otras ocasiones menos cómodas y llevaderas.

En tal sentido, señalemos que fue el estalinista Sartre quien recuperó la obra del antiguo filo-nazi Heidegger pasada la contienda. Y destaquemos, de igual modo, que la canciller Merkel retiró de su despacho unos cuadros de Nolde, tras conocer sus simpatías nacional-socialistas (la obra de Nolde ya fue considerada, ay, "arte degenerado" por el Reich). Podríamos añadir otros muchos casos de poca ejemplaridad humana, por mano del algún artista de relieve. Por supuesto, la divulgada criminalidad de Caravaggio; pero también los latrocinios de Villon, la intemperancia de Alonso Cano, posible homicida de su segunda esposa, o la ingobernable cólera del Torrigiano, quien le partió la nariz a Miguel Ángel y acabó sus días en el castillo de San Jorge de Triana. Recordemos, ya puestos, al excelente pintor Agostino Tassi, que abusó de su joven alumna, la extraordinaria Artemisia Gentileschi (conocemos los detalles por la transcripción del proceso). A lo cual podríamos sumar una sospecha, fundada solo parcialmente, como es la identificación de Jack el Destripador con el pintor inglés Walter Sickert. La escritora policial Patricia Cornwell escribió un libro vertiginoso y gastó considerables cantidades de dinero para demostrar dicha identidad, no concluyente. Pero, ¿y si Sickert fuera, en efecto, the Ripper? ¿Y si sus cuadros contuvieran, además, la evocación de una brutalidad sin nombre?

La identificación de la bondad y la belleza, física y moral, fue un último residuo de platonismo que murió con el XVIII de Winckelmann. Pretender que un artista excepcional sea, además, una persona sin tacha, no deja de ser una ridícula forma de voluntarismo. Pero Picasso era Picasso, no por su relación con las mujeres, o por su inconsecuente estalinismo. La pintura de Picasso es la gran escotilla, el vórtice sumo ("el faro de largo alcance" ha dicho el rey), por donde pasa y se trasfigura, al completo, el arte del XX.

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