El personaje ha devorado a la persona y ya no hay vuelta atrás. Si encima el otro yo es grotesco, lenguaraz e insultón pasa a la categoría de personajillo. Salirse del discurso estereotipado es interesante para obtener altavoz pero la línea que cruza a lo ridículo es muy fina. Recuerdo el día que un Podemos desconocido que no tenía nada que ver con el poder que tiene hoy en día, se presentó en Cádiz con Willy Toledo de la mano, al que hasta ese momento lo conocíamos más por sus series y películas que por lo que decía. Entonces ya empezaba a mostrar que estaba fuera del sistema. Ahora dice que si le saliera un hijo de Podemos "le daba dos hostias". Debería ser preocupante para alguien que trabaja como actor le llamen nada más para que suelte burradas y para que siga interpretando el personaje que se ha creado en la vida real y no para que los haga en la ficción.

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