Persépolis

El tiempo dirá si la contestación en Irán, con su insólito sesgo político, tiene consecuencias mayores

Casi un centenar de muertos se han cobrado las protestas por el brutal asesinato de una joven kurda a manos de las Patrullas de Orientación, es decir la siniestra policía de la moral a la que las autoridades iraníes encomiendan la vigilancia de la conducta y la recta indumentaria de los ciudadanos, con el objetivo declarado de promover la virtud y prevenir el vicio. En la práctica, como se sabe, su función fiscalizadora recae fundamentalmente sobre las mujeres y se lleva a cabo con la cínica excusa de protegerlas, cuando el cometido de los agentes se dirige más bien a garantizar su sometimiento a las normas de decoro impuestas por los clérigos. Es verdad que esas patrullas existen en otras naciones y que cuando estas son aliadas de Occidente, como es el caso de Arabia Saudí, no suelen merecer la misma repulsa. Y también lo es que los integristas europeos exhiben en estas ocasiones un fervor por la tolerancia que ya nos gustaría que aplicaran a otros ámbitos. Pero sin entrar en el obtuso reduccionismo que lleva a interpretar la realidad internacional en función de los intereses propios, no tanto por solidaridad, cuando se trata de episodios luctuosos, como por considerar que estos pueden servir de munición contra los adversarios, sorprende la extraña reticencia de algunos de nuestros policías de la moral, en teoría tan sensibilizados con estos temas, a condenar de manera inequívoca la represión que sufren las mujeres en según qué partes del mundo. Más allá de la cuestión del velo, objeto de razonable controversia cuando su uso no es, como en Irán y otros países en los que rige la versión más estricta de la ley islámica, una obligación reforzada por el castigo, no puede no verse que el severo ascendiente de los ayatolás en el régimen persa permite definirlo como una lamentable teocracia. En todo caso, el lema de lo que los analistas bien informados han calificado como incipiente revolución, "Mujer, Vida, Libertad", se aleja bastante del "Dios, Patria, Familia" ahora de moda. El tiempo dirá si la contestación de estos días, caracterizada por un insólito sesgo político, tiene consecuencias mayores, pero no será fácil que quienes llevan más de cuatro décadas ejerciendo un poder absoluto se resignen a abandonarlo. Entre tanto, quienes deseen hacerse una idea precisa de los valores que están en juego pueden acercarse a la novela gráfica y el film homónimo de Marjane Satrapi, Persépolis, obra maestra en ambos formatos. Miradas como la de la dibujante y cineasta iraní, exiliada en Francia desde hace mucho, tienen la virtud de explicar no sólo lo que ocurrió en su país, sino lo que le espera a cualquier otro que siga ese camino.

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