El Carnaval los unió una noche en la que al poeta del Puerto lo vistieron de marinero y lo trajeron a la Plaza de San Antonio a coger una pulmonía. El Carnaval acababa de unir y destrozar toda la magia de un divino impaciente y toda la cursilería de una arboleda perdida. Los dos siguen vigentes. Uno, viendo como su casa aloja lo peor de Cádiz empezando por un tal Aragón, que todavía no se sabe si es de Cajasol o del PSOE. Da igual, una te hipoteca la cartera y el otro puede llegar a quitártela.

Y el otro viendo cómo les citan unos adefesios - "el mar, la mar"- y hasta cómo su señora se llega al Falla con el nombramiento de pregonera de El Puerto bajo el brazo.

No tengo menos que escandalizarme ante tanto atropello a la Cultura y hacer un llamamiento a la ciudadanía, si aún queda alguien, para que reclame el estilo que siempre tuvo este enclave universal, camino de convertirse en el vertedero de Europa por mor de unos vagos a los que por una vez no tengo más remedio que comprender cuando dicen que "en Cádiz hay que mamar", pero eso sí, cuando le pongan la ubre en la boca llena, de otra forma no porque entonces habría que hacer algún esfuerzo.

Pemán y Alberti, Dios tenga a uno en su gloria y al otro donde Dios quiera. Pero eso sí, bien lejos del Carnaval

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