Pedro y el lobo

Sánchez lleva camino de ser el líder político que menos nos engañe de la historia de España

Fuera de Pedrito el del cuento del lobo, no conozco a nadie con menos palabra que Pedro Sánchez. Dijo que en cuanto ganase la moción de censura convocaría elecciones y ahora quiere agotar, presidencial, la legislatura. Dijo que jamás pactaría con los nacionalistas y pactó. Pactó con los nacionalistas y les puso a Borrell de ministro. Puso a Borrell de ministro y empezó a guiñar a los nacionalistas. En bucle. Dijo que los presupuestos de Rajoy eran horribles hasta que los adoptó a los cinco días. Dijo que la financiación autonómica era cuestión de vida o muerte y ahora dice que nada. Dijo. Dice. Dijo. Dice. Dijo. Dice.

Yo no lo digo con rabia. Es tanto el descaro que hay que reírse. Y no es sólo por esos vídeos en los que sale él o Ábalos diciendo exactamente lo contrario que antes, sino porque van tan rápido que no te da tiempo a decepcionarte. Últimamente los políticos no dejaban tiempo para que olvidásemos sus promesas. Pedro da un paso más y no deja tiempo para que las creamos.

Al que no dice nunca la verdad le pasa como al que siempre la dice: no engaña jamás. La mentira exige un básico cimiento de credibilidad y, todavía más, algunas verdades y compromisos firmes entre los que mimetizarse. Sánchez lleva camino de ser el líder político que menos nos engañe de la historia de España. Dejándonos, además, una imagen verdadera: la de su voluntad de poder desnuda o, mejor dicho, desnudándose. Él no la cubre con nada que no le quite de encima enseguida.

Resulta muy brillante el análisis de David Gistau de las fotos en La Moncloa. No le parecen ilegítimas, sino que "esos retratos costumbristas son prematuros, no nos han dado tiempo ni para acostumbrarnos al relevo presidencial, y por ello inciden, como muchas otras cosas, en esa sensación agónica de que existe mucha urgencia por consagrar como sea la imagen presidencial de Sánchez y poco tiempo para lograrlo".

No son sólo las fotos. Es todo. Va acelerado, quemando etapas, y quizá por eso miente con esa velocidad de película de cine mudo, sin intervalos que abran un resquicio a cierta confianza. Hay dos Pedros Sánchez que corren en círculo y ya no se sabe cuál persigue a quién ni que fue lo que dijo primero y ahora niega o si es al revés y negó lo que ahora dice. Según Borges, en el futuro los políticos acabarían divirtiendo al respetable, con un estatus similar a los saltimbanquis. Sánchez es el político del futuro.

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