La esquina

José Aguilar

jaguilar@grupojoly.com

Pedro dura, no gobierna

El problema de Sánchez no es que esté en minoría, sino que nació de una mayoría improvisada y ocasional: falsa

El Gobierno de Pedro Sánchez ha completado esta semana la exposición pública de su política en lo que queda de legislatura. A los guiños y gestos a la galería (Aquarius, Valle de los Caídos, sanidad universal) siguió la ocupación de las empresas públicas por militantes merecedores de premio y a ésta una exhibición orgullosa de la soledad parlamentaria: hacemos todo lo que podemos y todo lo que no hacemos es porque no nos dejan, bien los adversarios derechistas, bien los aliados de ocasión.

Autocondenado a transitar por la cuerda floja, Pedro ha tenido que olvidarse de la demolición de la reforma laboral del PP, ha aceptado aplicar los presupuestos de Rajoy, ha salvado por los pelos su segunda o tercera opción al mando provisional de RTVE, ha visto derrotado, ayer, el techo de gasto del año 2019 y ha admitido que en la comisión bilateral Estado-Cataluña se hable de los políticos presos y el referéndum de autodeterminación (¿Qué puede decir Meritxell Batet en esa comisión? Sólo esto: los presos dependen de los tribunales; el referéndum lo prohíbe la Constitución. Punto final).

El problema del Gobierno Sánchez no es que esté en minoría, sino que nació de una mayoría improvisada y ocasional. El problema no es que su presidente saliera elegido por el voto de partidos diferentes, y aun contrapuestos, sino que salió sin un programa mínimo en el que coincidieran todos ellos (solamente estaban de acuerdo en echar a Rajoy). El problema no es tratar de gobernar con 84 diputados de 350, sino que más de la mitad de los que te apoyan están en contra del régimen constitucional y la forma de Estado. El problema no es cumplir los compromisos adquiridos, en público o en privado, para ganar la moción de censura, sino que la presidencia del Gobierno de España dependa de Carles Puigdemont, Pablo Iglesias o Gabriel Rufián. No da igual ser aliado, socio o colaborador forzado que ser rehén.

La paradoja consiste en que un gobierno tan poco sólido y tan precario podría salvar su estabilidad. Un presidente que es un superviviente nato, ungido de ambición y voluntarismo, más un equipo intelectualmente bien dotado, más la imposibilidad de una coalición alternativa, más la inconveniencia, para casi todos, de que se adelanten las elecciones, conducen quizás a un enquistamiento de la situación. Pedro no podrá gobernar, pero sí durar. Hasta que las urnas dicten sentencia.

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