Una barrera nos separaba del inicio de un buen plan. De un fin de semana en un apartamento en El Puerto o una escapada para ver a los abuelos en Sevilla. Un barrera y una especie de máquina amarilla a la que había que encestar las 55 pesetas que costaba aquel peaje infame que nos conectaba a una parte de la Bahía de Cádiz y al resto del mundo. Aquella canasta en la que un día el lanzamiento fue fallido y organizó un lío de tráfico increíble. Si queríamos irnos 120 kilómetros al norte había que pasar por tres barreras, una en Cádiz, otra en Jerez y el último a la altura de Las Cabezas. Curiosamente esa autopista nacía por una terminal de contenedores que se iba a abrir en el puerto de Cádiz. Medio siglo después de que se abriera el Carranza, casualidades de la vida, ya no existe ni el peaje del puente ni el de Jerez y el otro está a punto de caer con otra terminal de contenedores a la vista.

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