E STAMOS todavía en el periodo de digestión de la foto al agujero negro que confirma las teorías de Albert Einstein sobre la incidencia de las fuerzas gravitacionales en el espacio-tiempo. Todavía no salimos del asombro que nos ha producido la aparición de una nueva especie humana en la isla de Luzón, Filipinas, y del hallazgo del equipo de Mariano Barbacid que ha conseguido eliminar en ratones un tumor en el páncreas. No repuestos del impacto que en la ciudad ha supuesto el Carril Kichi, como ha sido bautizado en el carnaval, la mayor infraestructura urbana puesta en marcha por el actual Equipo de Gobierno llamada a incentivar un hábito de vida saludable y una transición energética según recomendaciones de la famosa doctora Doña Alba del Campo, cuyas investigaciones han sido publicadas en las prestigiosas revistas Lancet y Nature. En esta situación estamos cuando empiezan a proliferar en la ciudad los patinetes eléctricos. Hace tiempo veíamos a los cruceristas en esos artefactos de dos ruedas llamados segaway o algo así, todos con su caso y en armoniosa formación para recorrer la ciudad a la mayor brevedad con objeto de poner en práctica aquello de "si hoy es martes esto esto es Bélgica", el ajetreo con el que pastorean a quienes gustan de este tipo de viajes. Aquello era cosa de guiris, una actividad reservada para los turistas que nos visitaban por unas horas. Lo veíamos con ese escepticismo con el que los gaditanos bautizamos como guachisnais a los que no hablaban la lengua de Cervantes. La bicicleta todavía la usa poca gente: Ignacio Casas y algunos más, es residual salvo que los batasunos de Calle Viva ordenen otra cosa. En eso llegó el comandante y mandó parar: afloran los patinetes como si los Reyes Magos hubieran puesto a los adultos de regalo en todas las casas este artefacto. De un momento a otro Tony el del Burguer, bautizado también como el Gordo del Cádiz, sacará algún chiste donde se diga que los gaditanos somos tan perezosos que no queremos andar, motivo por el cual nos hemos comprado todos unos patinetes con los que recorrer esta pequeña ciudad, no vaya a ser que si andamos mucho nos aficionemos a los esfuerzos , según la versión de tan infausto personaje en la Trimilenaria no nos gusta trabajar, ni levantarnos temprano ni esforzarnos lo más mínimo. La proliferación de patinetes es un ejemplo que debería recoger el presunto humorista para completar el retrato que hace de la ciudad y sus habitantes. Ahí lo dejo, que se dice ahora.

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