cuchillo sin filo

Francisco Correal

Paso de cebra para caballos

ERA una asignatura pendiente muchos años pospuesta. Por fin la llevamos a cabo. Jerez es una sinécdoque redonda y vinatera, la quintaesencia de la fusión entre lo local y lo universal. Un topónimo que está en Shakespeare y en el Siglo de Oro español. Un lugar mágico donde yo conocí a Loquillo sin trogloditas y a Spielberg de Trebujena. La única vez en mi vida en la que ejercí de cronista de carreras de Fórmula 1 coincidió con el triunfo de Nigel Manshell en el circuito de Jerez. Dos de mis coches los estrené en sendos retos jerezanos, un Peugeot para entrevistar en Jerez al Cojo Manteca, pero fui tan prudente que cuando llegué ya se había marchado. Al Renault le hice la puesta a punto viajando hasta Montijo para mantener una charla de verano con el jerezano José Manuel Caballero Bonald.

Hace años que le debíamos una visita al zoológico de Jerez. Te sorprende su solera, una redundancia jerezana. Se inauguró en febrero de 1953 entre un marco de bodegas. Lo primero que te encuentras es a los flamencos, ese cuerpo de baile de rosáceas articulaciones. Compro el periódico local y en la portada me encuentro a los galardonados con los premios de la 26 edición de la Cátedra de Flamencología. Un festival espontáneo con los cantes de José el de la Tomasa, Agujetas y Manolo Simón, las guitarras de Antonio Higuero y Diego del Morao, hijo de Moraíto, el baile de Sara Baras, el palíndromo más perfecto del arte andaluz, el cuadro flamenco de las fotografías de Miguel Ángel González o la apertura al mundo de un colegio mayor de Madrid y la peña flamenca Al-Ándalus de Amberes. Y entre tanto mérito en la portada del periódico, mi amigo Juan Vergillos, crítico flamenco del Grupo Joly, que recibe un galardón que ya tuvieron Fernando Quiñones o Félix Grande. Es Vergillos galduriense, gentilicio de los nacidos en Jódar, localidad de Jaén que también es cuna de Juan de Mata Carriazo, descubridor del tesoro del Carambolo, o del arabista Pedro Martínez Montávez.

El zoo de Jerez tiene pasos de cebra junto a la Feria del Caballo, tiene una reserva-hospital de cigüeñas irrecuperables, tres chimpancés bien avenidos (Lola, Lulú y Homer), un caimán con un servicio de mayordomía de tortugas, loros parlanchines, quebrantahuesos, un mono de Gibraltar celosísimo de su mona lactante y gibraltareña, especies de Utrera y de las Molucas y un expositor del lince ibérico, que tiene su bibliografía en Ágata ojo de gato, la novela de Caballero Bonald, que el día de nuestra visita se reunía en Jerez con profesores de Puerto Rico, estado libre asociado, el mismo en el que viven los pavos reales del zoológico de Jerez. Realismo mágico.

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