La cornucopia

Gonzalo Figueroa

Pasiones nobiliarias

LEO en El País, en crónica de J. M. Lázaro, que el Tribunal Supremo ha aplicado la Ley de Igualdad y ha reconocido el "mejor y preferente derecho" de María Teresa Gómez Sáenz-Messía a "poseer, usar y ostentar" el título de Condesa de Humanes con Grandeza de España, en lugar de su sobrino, José Sáenz-Messía y Jiménez, que lo tenía reconocido desde 1984. Y en el mismo medio analizaba esta resolución Bonifacio de la Cuadra, expresando que ella afianzaba el hecho de que "la equiparación del hombre y la mujer ha avanzado un paso más al establecerse también en la sucesión de los títulos nobiliarios, tradicionalmente dominada por el principio medieval de la varonía".

No pretendo aquí entrar en el debate entre el republicanismo y los valores aristocráticos de un linaje un tanto en decadencia, con un Rey constitucional sin Corte, que sólo "reina pero no gobierna". Provengo de un Chile republicano que fue colonia española durante casi tres siglos (desde mediados del XVI hasta principios del XIX) y rechazo privilegios de raza, sexo, estirpe o condición. Ello con el complemento, hoy casi pintoresco, que durante el primer gobierno independiente que encabezó nuestro libertador Bernardo O'Higgins, exigió a todos los propietarios de inmuebles con escudos y blasones de nobleza en sus fachadas, que los retiraran, ya que, según su afirmación, sobraban esos jeroglíficos. Quizá aquí daba rienda suelta a un complejo inconfesado: él mismo era hijo ilegítimo de Ambrosio O'Higgins, un irlandés al servicio de España, Gobernador y Capitán General de la colonia y, posteriormente, Virrey del Perú…

Yo, sensible con la desgracia ajena, sólo pienso en lo mal que lo estará pasando el ahora desposeído Conde de Humanes. Porque el sobrino de la actual beneficiaria deberá poner fin a 25 años de condado, lo que supondrá la destrucción de tarjetas y escudos de armas, la brusca interrupción de múltiples invitaciones, dedicatorias de libros, especialmente de heráldica, así como del tratamiento de "sí, señor Conde" por parte de su servidumbre y de múltiples solícitos porteros, hosteleros y maîtres, además de, tal vez, alguna obsequiosa y considerada autoridad. ¡Y no digamos lo que sufrirá con sus ex iguales nobles! Disimuladas risitas, mofas y comentarios malévolos, que lo compararán con los ciclistas del Tour o del Giro, que pierden el maillot amarillo por dopaje o con los literatos condenados por plagio. Una ventaja: los republicanos del Reino español le damos la bienvenida.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios